SENTIDO Y SIGNIFICADO DE MODIFICABILIDAD SIMBÓLICA
Héctor Angel Díaz M
Director Académico de Asopensar
Lic Ciencias Sociales/Mg Filosofía
1. Intuición de una modificabilidad simbólica
El concepto de modificabilidad simbólica se define como los cambios y transformaciones susceptibles de ser producidos en los esquemas de percepción y actuación social de los individuos. La concepción de este concepto surge de la interpretación de procesos de experimentación pedagógica con expresiones lúdicas en el aula para construir cultura y ciudadanía. Este concepto es diferente de la conocida modificabilidad cognitiva de Feuerstein centrada en el desarrollo cognitivo y concebida para fortalecer el pensamiento racional. La modificabilidad simbólica, en cambio, se centra en los procesos de la imaginación simbólica y se orienta a generar cambios intrasubjetivos y en los imaginarios de la actuación social de los sujetos con la finalidad de cualificar la educabilidad de los educandos en relación con las expresiones emocionales y simbólicas.
La idea de una modificabilidad simbólica en el sujeto significa reconocer la relación del símbolo con el comportamiento social del individuo y encuentra fundamento en las experiencias empíricas realizadas en procesos de experimentación pedagógica con expresiones lúdicas y teóricamente en la historia del arte, la experiencia estética y el desarrollo simbólico del sujeto. Al mismo tiempo se constituye en el fundamento teórico y metodológico para orientar la pedagogía y educabilidad lúdica del sujeto en proceso de aprendizaje.
Desde la perspectiva de la historia del arte, el sentido de la modificabilidad simbólica tiene asidero en los movimientos y teorías estéticas históricamente constituidas. En estos se expresan los cambios y transformaciones en los modos de percibir la vida y el mundo en cada época histórica socialmente determinada y formalizados en las obras de arte. La obra de arte, por su parte, es una expresión simbólica de percepciones y sentido de vida diferentes a la percepción de la realidad dada desde el pensamiento racional y científico y no constituye una imitación de cosas físicas ni un resumir de sentimientos poderosos; la obra de arte es una interpretación de la realidad pero no a través de conceptos sino de intuiciones y por medio de Formas sensibles. De acuerdo con Cassirer, “El arte transforma las pasiones humanas, los dolores y los daños, las crueldades y atrocidades, en medios de autoliberación, proporcionándonos así, una libertad interior que no puede ser alcanzada por ninguna otra vía” . En consonancia con esta idea cumple la función de dotar de forma estética las pasiones humanas y las eufemiza para alcanzar estados de reflexión. Ningún espectador que presencie en el Edipo de Sófocles o el rey Lear de Shakespeare, las pasiones, los celos y rencores, tendrá el propósito de repetirlos para su vida. La obra de arte nos ofrece una mirada crítica sobre esas condiciones humanas para someterlas a un juicio Ético.
Desde el desarrollo simbólico del individuo son conocidos los estudios de Piaget y Vigotsky a este respecto. La obra de Piaget; El desarrollo del símbolo en el niño muestra las características de la evolución del juego en relación con las diferentes etapas del desarrollo del pensamiento. Identifica tres periodos del juego: 1-Periodo de los juegos de ejercicios propios de la inteligencia sensorio motriz; 2- Períodos de los juegos simbólicos, característicos de la edad egocéntrica del niño 3- Período de los juegos de reglas correspondientes con el período de socialización. Por su parte, Vigotsky desde su estudio sobre la imaginación y el arte en la infancia sustenta el desarrollo de la imaginación y el proceso de transformación y cambio cualitativo del juego infantil al dibujo y hacía la poética en un estadio de desarrollo superior en la adolescencia . Estas caracterizaciones posibilitan comprender el sentido de modificabilidad simbólica como un proceso cualitativo y dialéctico a través del cual la imaginación simbólica deviene en la experiencia estética y expresión lúdica en el ser humano.
Los esquemas de percepción y actuación social son imaginarios socio culturales. Aunque La concepción del concepto “imaginario” es polisémico y polémico por los usos dados en diferentes ámbitos de significación de la vida social, desde una perspectiva antropológica se le ha comprendido como un esquema de percepción desde el cual los sujetos construyen representaciones simbólicas y en este sentido es inherente a la esencia de la imaginación simbólica y la función eufemística y la fantasía como facultad para trascender el ámbito de lo inmediatamente dado y restrictivo de la vida mediante la construcción de mundos imaginarios puestos de manifiesto en el mito y la religión. Desde esta perspectiva el fundamento antropológico de la cultura se sustenta sobre un “mundo simbólico – imaginario” nacido de una necesidad originaria por trascender lo estrictamente biológico y ensanchar el horizonte de la realidad, ámbito en el cual adquiere sentido y significado las expresiones lúdicas del ser humano. De esta manera, el auge en la cultura contemporánea de formas lúdicas en las cuales se encarna lo imaginario como el cine, la literatura y la iconografía de la cultura de masas,- sostiene Carretero Pasín_” puede ser interpretado como una demanda antropológico-cultural por reintroducir la fantasía y el ensueño en una inerme vida cotidiana, por reencantar, en suma, la realidad. En ellas, la imaginación busca trascender lo real por medio de la ficción, edifica realidades alternativas que desafían la identificación de lo posible con lo dado. La cultura contemporánea testimonia un abanico de espacios sociales que nutren el irrefrenable anhelo de una imaginación que ansía substraerse a la coerción del espacio y el tiempo cotidianos.”
Desde el ámbito de la actuación social el imaginario forma parte de la sociedad real “Esos imaginarios no son representaciones, sino esquemas de representación. Estructuran en cada instante la experiencia social y engendran tanto comportamientos como imágenes reales” [Raymond Ledrut] . Los imaginarios sociales son aquellos esquemas, o _ según Lacan - estructuras mentales inconscientes - construidos socialmente, que nos permiten percibir / aceptar algo como real, explicarlo e intervenir operativamente en lo que en cada sistema social se considere como realidad. Se manifiesta en lo simbólico (el lenguaje) adquiriendo constitución cuando se independiza de la voluntad individual y se despliega como paradigmas que regulan las distintas esferas de las prácticas sociales en el marco de la valoración imaginaria colectiva asumiendo como un hecho natural determinadas formas de existencia, de orden y de interacción en la vida social.
La comprensión antropológica del imaginario se sustenta en la relación del Yo con el mundo. Desde esta percepción del imaginario como fundamento de la cultura derivamos la concepción de una cultura de la convivencia y la ciudadanía y en consecuencia de imaginarios equivalntes relacionados, en este ámbito específico con los procesos de estructuración del Yo y la interacción con los Otros. En esta dimensión adquiere significación especial Lo simbólico como expresión de la emocionalidad del ser humano y de las fuerzas internas que rigen la dinámica de la vida interior. Se trata de dar cuenta de esta dimensión que sostiene los juegos de la significación en el orden narrativo: el sentido de las emociones y la afectividad, el mundo de las pasiones donde el Deseo entra en conflicto con la Ley.
La hermenéutica del símbolo ha puesto de manifiesto la relación subyacente con el universo emocional del ser humano, con la agresividad (Tánatos ) y la afectividad ( Eros) como las principales tendencias que regulan la vida interior y con la dinámica del Yo a ejercer dominio sobre otros para obtener reconocimiento. Estas tendencias se expresan simbólicamente en acciones que se constituyen en esquemas de percepción y actuación en la vida social e inciden en situaciones que afectan la convivencia en diferentes sentidos. Asi por ejemplo podemos reconocer en los diferentes contextos sociales y educativos imaginarios sobre los reguladores sociales de la convivencia como la ley, la moral y formas de agresiones simbólicas que generan conflictos escolares. Las acciones que tienden a transgredir la ley parten de esquemas sociales que validan actuaciones para obtener algún tipo de beneficio personal; el modo autoritario para exigir el cumplimiento de las normas constituyen formas de acción simbólicas que generan estrés y están cargadas de agresividad con lo cual se afectan las relaciones pacíficas para la convivencia; la actitud de violentar los espacios y objetos útiles para el desempeño de la función educativa parte del conflicto interior del agresor en busca del reconocimiento con la acción y en general las acciones contenidas en el sistema de comunicación como el chisme, el daño a útiles escolares de los compañeros de estudio constituyen modo de actuación orientadas a crear intimidación y sometimiento del agredido. Sobre este tipo de esquemas de percepción y actuación esta planteada la modificación simbólica para mejorar las relaciones de convivencia afectando crítica y reflexivamente a los individuos en su personalidad mediante expresiones lúdicas orientadas al desequilibrio ético y moral.
Desde las experiencias de investigación pedagógica se han puesto de manifiesto la relación entre pedagogía y las expresiones lúdicas para educar en la convivencia y la ciudadanía en función de la modificabilidad simbólica. En primer lugar, se hace inteligible para La pedagogía, al fundamentarse en expresiones lúdicas, asumir como objeto de educación la imaginación simbólica e su manifestación estética e imaginarios socio - culturales. En segundo lugar, a la función lúdica propiamente dicha, en cuanto ésta hace referencia a las condiciones sobre el origen del sentido y el símbolo lúdico y la función de equilibración vital en la existencia del ser humano. En tercer lugar, los fundamentos metodológicos y didácticos para la mediación pedagógica. En relación con este aspecto se hace evidente tres acciones para alcanzar la modificabilidad simbólica sustentadas desde el constructivismo social y el principio del desarrollo potencial de la zona próxima de Vigotsky, la desequilibración cognitiva de Piaget y la concepción del símbolo proyectivo, según Jung, puestas en función de las representaciones y acciones simbólicas sustentadas.
La primera acción o situación didáctica a desarrollar consiste en realizar representaciones simbólicas que pongan de manifiesto los imaginarios sociales de los estudiantes en relación con la convivencia ciudadana. Esto se logra a través de representaciones de situaciones problemas recogidas del contexto socio cultura y a través de expresiones artísticas ( teatro, danza, música, pintura,) y competencias ( juegos, deportes ). La segunda situación se orienta a crear el desequilibrio ético moral mediante la representación de situaciones que confronten el imaginario con un sentido ético ideal. La tercera acción consiste en la reflexión intrasubjetiva a través de foros orientados a tomar conciencia sobre el comportamiento y los esquemas de percepción y actuación puestos en evidencia.
De esta manera una pedagogía de la modificabilidad simbólica con fundamento en la lúdica para educar en la convivencia social puede generar procesos para fortalecer el equilibrio emocional y la proyección de vida social en los sujetos. Para ello es preciso tener como fundamento las categorías y principios de la función lúdica del sujeto como la fantasía, la alteridad, el movimiento, el rpincipio de identidad del Yo, entre otras, y comprender la función que cumplen en la formación de los individuos y el Ser humano entendiendo este último término como entidad ontológica y humanística.
2. La relación entre el símbolo lúdico y la acción
La expresión simbolica es lúdica en cuanto es fantasía o ficción. Esta precisión es importante hacerla porque no todo lo simbólico tiene la esencia de lo lúdico. Las matemáticas son pensamiento simbólico racional y, de alguna manera, todo el lenguaje también. La imaginación tiene la capacidad de suponer situaciones para la formulación de hipótesis y en este sentido son ficción, pero tienen un referente empírico y deben someterse a la dictadura de la verdad. La fantasía, en cambio es un acto creador donde la imaginación se proyecta a otros horizontes, a un “mas allá”, a “mundos posibles”, y el sentido de la libertad puede regocijarse sin rendir cuentas a la conciencia sobre la verdad de sus actos. La fantasía es la experiencia estética misma expresando las relaciones emocionales y los sentidos de vida desde los cuales se percibe la realidad y se dota de significado a las cosas y situaciones de las acciones humanas; por eso, es simbólica, la imagen construida carece de referente empírico y comprobación en la realidad material.
En general, entre el símbolo y la actitud frente a la vida hay una relación de correspondencia. La representación simbólica influye en el comportamiento social de los sujetos, por la sencilla razón de que toda acción humana está precedida de intereses y motivaciones ideológicas y culturales, o simplemente por modos de concebir (relaciones con el mundo y la vida, la convivencia) a partir de los esquemas identificados como imaginarios.
El modo como el símbolo – imaginario- incide en el comportamiento del sujeto lo podemos constatar empíricamente en muchas situaciones de la vida cotidiana. En el niño, al reproducir las acciones de su héroe; la reacción de los hinchas de fútbol con los símbolos de las banderas y los escudos de los equipos; el símbolo de Dios representado en el creyente; la reacción de un docente cuando el estudiante no porta el uniforme (el uniforme es símbolo de pertenencia institucional), etc.; pero no por lúdico, el símbolo deja de ser generador de conflicto; cuando existen problemas de agresión y conflicto social, es necesario distinguir aquellas tendencias que no se equilibran con la expresión lúdica, simplemente porque en ellas se contienen diferentes tipos de intereses (económicos y políticos, por ejemplo) y requieren otros tratamientos en la educación del sujeto, asociados con la ética en el manejo de conflictos.
Esto significa que el comportamiento no es instintivo, en términos absolutos, sino inconsciente en muchos casos. A lo largo de todo el estudio sobre la manifestación lúdica, se ha sustentado la tesis del carácter simbólico de su expresión. Al mismo tiempo, es necesario reconocer el carácter dialéctico de la interacción entre el sujeto y el contexto social y cultural para comprender el sentido inverso de la relación. Es decir, la incidencia de lo simbólicamente constituido en un ámbito cultural determinado y la asimilación por parte del sujeto. El individuo nace y crece en un contexto simbólico predeterminado socialmente, que se constituye en su ámbito de identidad y es inconscientemente reproducido en sus acciones a través de imaginarios culturales. Lo simbólico es culturalmente estructurado en el sujeto y esto explica por qué, al tomar consciencia de acciones o comportamientos, mediante experiencias lúdicas, se vuelve susceptible de modificación, como se comprueba con el trabajo de campo.
Las experiencias pedagógicas que permiten interpretar este concepto de modificabilidad simbólica, para construir conciencia ciudadana, partieron, de una parte, de las problemáticas relacionadas con el cuidado del espacio y los bienes públicos, la convivencia en relación con los conflictos escolares, el cumplimiento de la normas y la participación y de otra parte, de los conflictos emocionales. Las situaciones fueron puestas en el plano de lo simbólico a través de formas de expresión lúdica en diferentes modalidades como la música, la expresión dramática, la danza, la pintura, la plástica, dinámicas y juegos.
A partir de la representación simbólica se generan las reflexiones correspondientes sobre las problemáticas planteadas. El resultado ha sido la muestra de la modificación simbólica. El sentido pedagógico de estas experiencias reside no en la simple reproducción simbólica de las situaciones elegidas para la educabilidad de los sujetos, sino en la posibilidad de re - presentar simbólicamente experiencias posibles aún no vividas por los individuos contrastadas con los esquemas de actuación cotidianos. La tendencia normal de los estudiantes es la reproducción de los conflictos del contexto, y desde luego, las expresiones lúdicas asimiladas como generación cultural y como grupo. La mediación pedagógica implica la reflexión crítica de estas manifestaciones para destacar y respetar lo éticamente sano y transformar lo éticamente censurable.
3 Modificabilidad simbólica y equilibración
El fenómeno lúdico ha quedado comprendido como una forma de expresión simbólica del ser humano y en función de los conceptos de alteridad, movimiento y ritual, fundamentalmente. Cuando el fenómeno, en sí, se produce, están presentes todas las variables en un solo acto. Sin embargo, al analizar cada una por separado, podemos encontrar manifestaciones específicas en relación con el efecto de la modificabilidad simbólica; en consecuencia, analizaremos ésta desde cada uno de los componentes de la función lúdica.
3.1 Desde lo simbólico. Como ha quedado sustentado anteriormente, en el símbolo se expresa la construcción de sentido y las fuerzas emocionales reguladoras de la acciones del ser humano y, específicamente, en el sentido lúdico, estas fuerzas están representadas como emoción ritualizada, (predominantemente como agresión ritualizada). Esto lo podemos constatar en todas las formas de expresiones lúdicas estéticas y recreativas, cuando nos referimos a la relación del símbolo con la vida y los conflictos de la existencia y el equilibrio emocional implícito en la manifestación. Es necesario distinguir, entonces, entre las manifestaciones simbólicas de esta condición, formalizadas en las diferentes formas de expresión artística, de aquellas con posibilidad de ser objeto de experiencias pedagógicas.
En la práctica pedagógica se puede partir de estas formas ya elaboradas; una película, el vídeo, el programa de televisión, la fábula, el cuento, la danza construida, etc., y, a partir de allí, generar el proceso didáctico adecuado. Sin embargo, la experiencia significativa consiste en darle un carácter formativo al estudiante, orientando el aprendizaje sobre la forma de expresarse simbólicamente a través de diferentes formas lúdico estéticas como la música, el teatro, la danza, el relato, la fábula, la pintura, etc. Esta formación, tiene, en primera instancia, un carácter didáctico relacionado con el aprendizaje de las técnicas y formas fundamentales de la expresión, y, a través de ellas, la mediación pedagógica propiamente dicha, mediante la expresión del sujeto sobre determinados sentidos de la vida, problemas o situaciones, a partir de su experiencia cultural subyacente (no todos los sujetos se manifiestan simbólicamente de la misma forma, ni encuentran identidad en las mismas expresiones, manifestándose en esto la pluralidad del espíritu lúdico y humano, condición importante a tener en cuenta en la mediación pedagógica). Si con la experiencia pedagógica se suscitan representaciones simbólicas de emociones y sentimientos represados, para luego reflexionar sobre ellos acerca de sus incidencias en la vida personal, se logran efectos de modificación sobre el modo de concebir y actuar, alcanzando con ello el efecto del equilibrio vital Esta será la finalidad a alcanzar mediante una pedagogía de la modificabilidad simbólica.
El postulado derivado de este análisis sobre una pedagogía de la modificabilidad simbólica partiendo de la experiencia lúdica cultural de los sujetos, es un referente para la investigación pedagógica orientada a comprender la relación del símbolo con el comportamiento y la actitud del sujeto. . Específicamente desde el ámbito de la cultura el símbolo se concreta en un ritual; es el imaginario en una acción. El símbolo de lo sagrado se realiza en el ritual mediante el cual se evoca la presencia de un algo ausente para darle actualidad en la conciencia colectiva o individual.
En la realización de experiencias lúdicas – pedagógicas el sentido del ritual se hace evidente. Es sorprendente apreciar a través de algunas dinámicas, el efecto del símbolo en la emocionalidad. En una experiencia específica, estudiantes que representan en una flor a un ser querido, o a alguien con quien habían tenido experiencias emocionales negativas, se vieron afectados en sus sentimientos, produciéndose casos de llantos al evocar estas situaciones. En este sentido, por equivalencia a la metacognición, la mediación pedagógica para equilibrar y, en muchos casos, también desequilibrar, para alcanzar la modificación simbólica, se orienta como reflexión intrasubjetiva; se trata de producir el autoconocimiento de las emociones y sus manifestaciones en el comportamiento del sujeto y hacer conciencia de las implicaciones en el desarrollo de la vida.
Las prácticas lúdicas ofrecen varias posibilidades para acercarse a este propósito pedagógico de la modificabilidad simbólica. Los estudios realizados sobre la psicología de la música y la danza permiten conocer con mucha precisión los alcances y efectos de estas formas de expresión, referenciadas anteriormente en la función lúdica. Allí señalamos cómo la melodía afecta la vida emocional y afectiva. Al desarrollar la conducta musical de escucha, disciplinamos la mente y las emociones, forjamos hábitos de atención y respeto, al tiempo que agudizamos nuestra capacidad de concentración. La danza ayuda a formar el carácter y educar la voluntad, ya sea realizada de una forma privada y personal, o dirigida y orientada. Al danzar, dejamos salir las más profundas emociones, sentimos y exteriorizamos nuestro propio cuerpo con alegría, tristeza, agresividad o miedo, etc. Igualmente sucede con otras formas de expresiones lúdico estéticas y recreativas.
En estas acciones intervienen dos planos: uno, relacionado con la inteligencia emocional, y otro, con lo simbólicamente expresado por cada sujeto, quien al asumir la acción, encuentra en ella la identidad del Yo. En estas características de dos prácticas lúdicas como la música y la danza podemos comprender los elementos y condiciones emocionales a partir de los cuales es abordable lo simbólico con fines pedagógicos. En la pura acción aún no está considerado lo simbólico; es la pura emocionalidad manifiesta con el movimiento. Es necesario aprehender otro plano, relacionado con la imaginación simbólica. En el acto musical, en el danzar, como en la expresión dramatizada, se está expresando alguna tendencia del inconsciente. Cuando los sujetos encuentran identidad en alguna forma de expresión musical, de danza, o ritual, en ésta se asocia alguna forma de significado (es decir, un sentido ) desde un contexto cultural determinado en el cual el simbolismo se hace inteligible (por ejemplo, el sentido o valor implícito en la música juvenil, o de un grupo en especial). Por cuestiones de reconocimiento, los individuos encuentran en los grupos las formas de ser socialmente aceptados y se identifican con determinadas formas de actuar, de expresarse lingüísticamente y reconocerse bajo ciertos símbolos y expresiones musicales.
3.2 Desde la alteridad. Es un hecho probado psicológica y sociológicamente, la adopción y manifestación de diferentes personalidades del yo, o, simplemente, el juego de roles de los individuos en la sociedad, dependiendo de los contextos y situaciones experimentadas o a experimentar. Son las máscaras de la vida representadas por el arte en las caracterizaciones críticas del ser humano. Es la imagen de la apariencia, la hipocresía, la simulación, los comportamientos obligados por los códigos morales y las normas, establecidos socialmente.
Bajo el principio de alteridad hemos podido comprender la expresión lúdica y simbólica del sujeto para enfrentar el conflicto con la existencia fantaseando, construyendo espacios y tiempos alternos a la realidad material y así satisfacer su deseo y actuar de otra manera en la vida. De esta manera, la alteridad está asociada al movimiento y la acción. El movimiento, en tanto acción para ser otro, es decir, para adoptar otra personalidad, la del verdadero yo. En este sentido, el movimiento es acción simbólica y la alteridad es acción simbólica mediante la cual se realiza la fantasía y se hace ritual. El movimiento producido por la emocionalidad de la música y la danza, es la primera condición para suscitar la alteridad, pero es preciso ponerlo en
el plano de la representación simbólica, y el sujeto lo hace proyectando un querer ser.
En procura de suscitar la modificabilidad simbólica, es mediante el sentido de la alteridad como la pedagogía se puede concretar metodológicamente. Apoyándonos en la concepción junguiana del símbolo, es posible realizar experiencias pedagógicas para experimentar situaciones aún no vividas o deseables de vivir y luego hacer las correspondientes reflexiones intrasubjetivas. El ejercicio de alteridad, mediante el juego de roles, da la posibilidad de experimentar otras dimensiones de la personalidad de cada uno. La experiencia a vivenciar dependerá del propósito pedagógico: el manejo del conflicto, el respeto y el reconocimiento del otro, la conciencia del ser ciudadano, el respeto por lo público, etc. Mediante la alteridad se hacen posible la reflexión intrasubjetiva y la posibilidad de modificar un simbolismo preestablecido culturalmente.
3.3. Movimiento, interacción y comunicación. En la actividad lúdica se contienen procesos de interacción, comunicación y normas. La interacción y la comunicación, potencialmente, son la primera manifestación de posibilidad real para incidir en la convivencia mediante el reconocimiento del otro. En el juego, en cualquiera de sus manifestaciones y edades, se da una situación significativa en relación con el reconocimiento del otro en condiciones de igualdad debido puesto que en la interacción lúdica desaparecen simbólicamente la desigualdad social o las diferencias de rango y cada actor se encuentra en las mismas condiciones.
En una partida de ajedrez, por ejemplo, los actores son jugadores en igualdad de condiciones y gana quien desarrolle la mejor estrategia. Por supuesto, la manifestación de las diferencias sociales en las prácticas lúdicas asociadas a las clases sociales existen en todos los contextos socio culturales en la medida en que no todos los individuos tienen la posibilidad económica de acceder; por ejemplo, el golf es una práctica deportiva que demanda altos costos. Sin embargo, históricamente los deportes de élite se van democratizando como ha sucedido ,por ejemplo, con el tenis. Este sentido de la libertad puesta en el juego es la analogía con el espíritu de la democracia. Esto es posible en el plano de lo simbólico y es la expresión de libertad de la imaginación simbólica para construir mundos imaginarios diferentes a la realidad Y no se trata de creer que jugando se cambie una realidad social; eso sería un acto de ingenuidad intelectual. Sencillamente, es la realidad del espíritu lúdico puesto de manifiesto cuando se expresa en acciones concretas. Pero también, en muchos otros sentidos, por ejemplo, la expresión dramática, la poesía y la poética en general, son la posibilidad de expresar la crítica o el deseo reprimido por las circunstancias sociales, mediante la expresión y representación simbólica y estética, equilibrando en la ficción los efectos del desequilibrio social en la psiquis del sujeto.
No es posible comprender la interacción lúdica aislada de todas las variables que intervienen en el fenómeno. Todo el sentido lúdico adquiere realización plena como ritual, como acto evocador y por lo tanto es esencialmente colectivo y constructor de convivencia. Lo que hay de ritual en la lúdica es la posibilidad para construir convivencia. La fiesta, por ejemplo, convoca a las comunidades en encuentros de la sociabilidad y, en este sentido, ofrece la posibilidad para educar en la convivencia, sin desconocer su naturaleza conflictiva, debido a la tendencia agresora del ser humano, que siempre se manifiesta de diferentes maneras incluso en la lúdica. El hecho de compartir en una fiesta o en un juego, no evita la manifestación de la agresión en sí misma, por fuera de la acción simbólica. En este sentido, la pedagogía de la modificabilidad simbólica se orienta hacía la educación de las manifestaciones emocionales.
3.4 Las normas y reglas de juego. Integralmente, con la interacción y el ritual, las normas y reglas de juego son otro referente para educar en función de la convivencia y la ciudadanía y construir la cultura escolar correspondiente. Es posible tomar conciencia sobre la importancia de la norma a partir del juego y la expresión lúdica en
general, experimentando las consecuencias y ventajas de ellas en la regulación del comportamiento y, sobre todo, construyendo el significado y su sentido en la vida misma. Con este propósito, la norma debe adquirir sentido en el sujeto y a través de la acción simbólica, esto es posible como lo muestran las experiencias desarrolladas en el aula. En el plano de lo estrictamente estético, las reglas de juego cumplen una función específica, relacionada con la armonía, los ritmos, etc. Desde el punto de vista de la realización del juego propiamente dicho, la norma lo hace posible y el cumplimiento estricto de ella es una condición necesaria. La autorreflexión mediante experiencias, modificando las normas de un juego y transferida al plano de la convivencia, hace comprensible su significado en el mantenimiento de un orden social determinado. Muchas de las experiencias desarrolladas muestran situaciones en el cambio del comportamiento de los estudiantes, con la conservación y el cuidado del espacio público.
4. La modificabilidad simbólica en la construcción de territorio simbólico y
conciencia ciudadana
Las experiencias lúdicas aplicadas en los procesos de investigación para identificar las posibilidades de intervenir pedagógicamente en la construcción de cultura para la convivencia democrática y conciencia ciudadana se fundamentaron en tres conceptos básicos, apropiados de la experiencia con cultura ciudadana en la ciudad de Bogotá. Estos son: la construcción de territorio simbólico para crear sentido de pertenencia y el cuidado de lo público, convivencia pacífica y participación, teniendo en cuenta la variable fundamental de autorregulación. Con este propósito, se diseñaron talleres experimentales con metodología de investigación-acción en el aula, aplicados por docentes en instituciones educativas en varias ciudades principales y provincias del país, durante tres años aproximadamente. La experiencia cubrió una muestra aproximada de doscientas instituciones educativas y un poco más de dos mil estudiantes. Igualmente, el estudio incluyó observaciones etnográficas, entrevistas a docentes y alumnos y revisión de manuales de convivencia. Como resultado de este trabajo de campo, se han hecho análisis de las contradicciones entre ley, moral y cultura.4
En el ámbito escolar, las experiencias pedagógicas aplicadas con el propósito de observar las variables relacionadas con la construcción de territorio simbólico y sentido de pertenencia para establecer si se manifestaban situaciones favorables y posibles para orientar procesos pedagógicos válidos, se realizaron a partir de formas de expresión lúdico estéticas y recreativas como la expresión dramática, la narrativa, la danza, la pintura, dinámicas, murales, cuenteros, la música, competencias deportivas etc., representando simbólicamente situaciones sobre las problemáticas del cuidado del espacio colectivo. Los resultados muestran a los estudiantes positivamente influenciados haciendo posible la reflexión sobre las necesidades de cuidar los lugares y los bienes públicos en la institución educativa. Se insinúan cambios de actitud y el problema de cuidar el entorno se hace consciente. Se pone de manifiesto cómo la fantasía y la alteridad, contenidas en las acciones lúdicas, pueden incidir en la autoconciencia moral y permitir la reflexión ética sobre el cuidado del espacio en el ámbito escolar y el cuidado de lo público.
Desde la vida cotidiana podemos apreciar cómo la percepción del ambiente influye en el comportamiento y ánimo de los grupos con el espacio–territorio, en los cuales se estructuran horizontes de la memoria colectiva y la posibilidad de expresión cultural de los individuos en estos lugares es un factor importante para la construcción del sentido de pertenencia. Además del recreo, “La esquina” y los alrededores del colegio, son los lugares con significado para los estudiantes donde se construyen relaciones y también los conflictos. Estos territorios son muestras para reconstruir el ambiente escolar. En tanto la institución educativa se convierta en un espacio donde el estudiante se exprese libremente con sus imaginarios culturales y sus afectos, se podrá constituir en territorio simbólico. Es significativo que en el estudio no se haya encontrado ninguna institución educativa con un PEI, o en eventos institucionalizados, con fundamento en la lúdica como base de la formación para la convivencia.
El tiempo y el espacio del recreo escolar son el verdadero lugar y momento donde la institución educativa adquiere sentido como territorio simbólico para los estudiantes. Este es un equivalente de espacio público y el lugar común donde se identifican colectivamente y se reconocen. También es el referente para reflexionar sobre la posibilidad de hacer de la institución un territorio simbólico en donde se eduque para la sociabilidad.
Cuando se representaron situaciones críticas de la convivencia escolar y se socializaron para toda la institución, se establecieron normas, aceptadas por los estudiantes, para presenciar las obras y actividades lúdicas insinuándose procesos de autorregulación. Con este tipo de actividades se construye el público como espectador educado para presenciar espectáculos y el aprendizaje de normas para interactuar en eventos colectivos. Pero, sobre todo, se manifiestan los sentidos de las culturas juveniles, casi invisibles, presentes en las instituciones educativas y se descubren talentos que han estado ocultos ante la falta de oportunidades para la interacción y la comunicación. Estos encuentros dan significado y sentido de territorio simbólico y realmente construyen convivencia escolar. En todos estos resultados, sutilmente se insinúa la construcción de territorio simbólico, el sentido de pertenencia en el aula y en los lugares colectivos de las instituciones educativas, en donde también existen relaciones de indiferencia como en la ciudad, entre desconocidos. De esta manera, se van construyendo procesos estructurantes de la territorialidad simbólica y la ciudadanía.
5. Experiencias concretas de modificabilidad simbólica en la construcción
de convivencia.
Los anteriores resultados hacen manifiestas las posibilidades reales de la lúdica para construir, en la institución educativa, lugares donde se pueda expresar el interés, la curiosidad y los afectos de los estudiantes, formar territorio simbólico y educar en él para la convivencia, de un modo consciente y pedagógico. La tendencia natural de los estudiantes es buscar la sociabilidad, pero esto demanda lugares para la acción simbólica. Frente a la carencia de estos espacios, el comportamiento deviene en acto de indisciplina.
Son múltiples las instituciones escolares en donde el juego y la recreación están restringidos o prohibidos para los estudiantes en la hora del descanso, por falta de espacio o por simple control disciplinario. Cualquiera sea la razón, se manifiesta la falta de comprensión sobre la importancia del juego y, sobre todo, el desconocimiento de la función lúdica en el ser humano. Las experiencias lúdicas estéticas implementadas en las instituciones educativas, con un criterio pedagógico, teniendo en cuenta niveles de desarrollo y contexto, ponen de manifiesto varias situaciones importantes para la fundamentación de una pedagogía lúdica y la modificabilidad simbólica en la construcción de ciudadanía. Abordar situaciones problemas que se consideren importantes en la educabilidad y re-crearlas, en el sentido de representarlas simbólicamente, a través de las diferentes formas de expresión lúdico estética y recreativa, permite hacer conciencia del hecho en cuestión y actuar en consecuencia con una intencionalidad pedagógica dirigida a la modificación de representaciones simbólicas que inciden en los conflictos relacionados con la convivencia.
Así, por ejemplo, se dan experiencias para reflexionar sobre la importancia de las normas al realizar juegos, y otras formas de prácticas lúdicas derivando la importancia de cumplir con ciertas reglas mínimas en la convivencia; y, luego, encontrar a estudiantes organizando juegos y actividades recreativas en los descansos, haciendo énfasis en el cumplimiento de ellas; a otros, interesados en cuidar el aseo de los lugares, utilizando las cestas sin la presencia de una autoridad disciplinaria; otros ayudando a cuidar el lugar en donde se ha elaborado un mural. La interacción, generada en la acción lúdica, ha contribuido en muchos casos a evidenciar el autocontrol de la emociones y a restablecer relaciones cordiales entre estudiantes en conflicto. En la práctica de la alteridad, asumiendo el juego de roles, se reconoce al otro; y detrás de la fantasía al docente entusiasmado.
En estos procesos y actuaciones se expresa esencialmente la fantasía. En ella se recrean los imaginarios y la emocionalidad; por esta razón, el sujeto encuentra identidad en la acción y en consecuencia placer. Son múltiples los casos, por lo demás, ya conocidos en la pedagogía infantil, acerca de cómo los niños en los niveles primarios y preescolares aprenden los procesos de la lectoescritura. Siendo la fantasía una forma de expresión simbólica, a través de ella se manifiestan la emocionalidad y el sentido de identidad del sujeto con la acción desarrollada, su querer y el deseo. De esta manera, se explica el sentido de pertenencia con la acción simbólica del sujeto.
En el manejo de los conflictos se dan dos planos para la educabilidad y el interés pedagógico; uno hacia el exterior, en relación con la convivencia y la sociabilidad, en las cuales la interacción lúdica (esencia del movimiento) y la comunicación inherente juegan un papel fundamental, recreando imaginarios y construyendo cultura. Cuando las experiencias lúdicas re-crearon simbólicamente conflictos, en diferentes formas de expresión, hubo manifestación de una conciencia sobre la problemática y tendencias a estimular el respeto, el diálogo, la tolerancia, entre otros valores; la construcción de relaciones sociales y afectivas, muestras de superación de la timidez y mejoramiento de la autoestima; procesos de liderazgo y emprendimientos colaborativos.
El otro plano es hacia el interior del sujeto, como conflicto emocional, y hacia la intrasubjetividad. La acciones lúdicas, al posibilitar la introspección y autorreflexión
sobre las problemáticas que afectan al ego (el “yo”), con el propósito de abandonar emociones negativas, producen efectos positivos. Es tanto como ejercer el perdón hacia quien haya afectado su autoestima y hacia sí mismo por haberlo permitido. Las dinámicas, al asumir el juego de roles para confrontar las emociones, contribuyen favorablemente a cualificar este proceso, haciendo emerger la emoción asociada al conflicto para hacerlo consciente y reflexionar sobre sus efectos.
Desde la perspectiva de construir ciudadanía para la convivencia pacífica es necesario poseer competencias sobre el control de sus emociones. En estos procesos, la alteridad cumple la función de la catarsis para cualificar la inteligencia intrasubjetiva; y lo simbólico, el reencuentro introspectivo con la emocionalidad y el ego. La interpretación teórica de estas experiencias permite sustentar la concepción de una modificabilidad simbólica como horizonte de la pedagogía con fundamento en la lúdica para construir convivencia y ciudadanía.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFÍCAS
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7-VIGOTSKY,Lev: La imaginación y el arte en la infancia. Ensayo psicológico.
Héctor Angel Díaz M
Director Académico de Asopensar
Lic Ciencias Sociales/Mg Filosofía
1. Intuición de una modificabilidad simbólica
El concepto de modificabilidad simbólica se define como los cambios y transformaciones susceptibles de ser producidos en los esquemas de percepción y actuación social de los individuos. La concepción de este concepto surge de la interpretación de procesos de experimentación pedagógica con expresiones lúdicas en el aula para construir cultura y ciudadanía. Este concepto es diferente de la conocida modificabilidad cognitiva de Feuerstein centrada en el desarrollo cognitivo y concebida para fortalecer el pensamiento racional. La modificabilidad simbólica, en cambio, se centra en los procesos de la imaginación simbólica y se orienta a generar cambios intrasubjetivos y en los imaginarios de la actuación social de los sujetos con la finalidad de cualificar la educabilidad de los educandos en relación con las expresiones emocionales y simbólicas.
La idea de una modificabilidad simbólica en el sujeto significa reconocer la relación del símbolo con el comportamiento social del individuo y encuentra fundamento en las experiencias empíricas realizadas en procesos de experimentación pedagógica con expresiones lúdicas y teóricamente en la historia del arte, la experiencia estética y el desarrollo simbólico del sujeto. Al mismo tiempo se constituye en el fundamento teórico y metodológico para orientar la pedagogía y educabilidad lúdica del sujeto en proceso de aprendizaje.
Desde la perspectiva de la historia del arte, el sentido de la modificabilidad simbólica tiene asidero en los movimientos y teorías estéticas históricamente constituidas. En estos se expresan los cambios y transformaciones en los modos de percibir la vida y el mundo en cada época histórica socialmente determinada y formalizados en las obras de arte. La obra de arte, por su parte, es una expresión simbólica de percepciones y sentido de vida diferentes a la percepción de la realidad dada desde el pensamiento racional y científico y no constituye una imitación de cosas físicas ni un resumir de sentimientos poderosos; la obra de arte es una interpretación de la realidad pero no a través de conceptos sino de intuiciones y por medio de Formas sensibles. De acuerdo con Cassirer, “El arte transforma las pasiones humanas, los dolores y los daños, las crueldades y atrocidades, en medios de autoliberación, proporcionándonos así, una libertad interior que no puede ser alcanzada por ninguna otra vía” . En consonancia con esta idea cumple la función de dotar de forma estética las pasiones humanas y las eufemiza para alcanzar estados de reflexión. Ningún espectador que presencie en el Edipo de Sófocles o el rey Lear de Shakespeare, las pasiones, los celos y rencores, tendrá el propósito de repetirlos para su vida. La obra de arte nos ofrece una mirada crítica sobre esas condiciones humanas para someterlas a un juicio Ético.
Desde el desarrollo simbólico del individuo son conocidos los estudios de Piaget y Vigotsky a este respecto. La obra de Piaget; El desarrollo del símbolo en el niño muestra las características de la evolución del juego en relación con las diferentes etapas del desarrollo del pensamiento. Identifica tres periodos del juego: 1-Periodo de los juegos de ejercicios propios de la inteligencia sensorio motriz; 2- Períodos de los juegos simbólicos, característicos de la edad egocéntrica del niño 3- Período de los juegos de reglas correspondientes con el período de socialización. Por su parte, Vigotsky desde su estudio sobre la imaginación y el arte en la infancia sustenta el desarrollo de la imaginación y el proceso de transformación y cambio cualitativo del juego infantil al dibujo y hacía la poética en un estadio de desarrollo superior en la adolescencia . Estas caracterizaciones posibilitan comprender el sentido de modificabilidad simbólica como un proceso cualitativo y dialéctico a través del cual la imaginación simbólica deviene en la experiencia estética y expresión lúdica en el ser humano.
Los esquemas de percepción y actuación social son imaginarios socio culturales. Aunque La concepción del concepto “imaginario” es polisémico y polémico por los usos dados en diferentes ámbitos de significación de la vida social, desde una perspectiva antropológica se le ha comprendido como un esquema de percepción desde el cual los sujetos construyen representaciones simbólicas y en este sentido es inherente a la esencia de la imaginación simbólica y la función eufemística y la fantasía como facultad para trascender el ámbito de lo inmediatamente dado y restrictivo de la vida mediante la construcción de mundos imaginarios puestos de manifiesto en el mito y la religión. Desde esta perspectiva el fundamento antropológico de la cultura se sustenta sobre un “mundo simbólico – imaginario” nacido de una necesidad originaria por trascender lo estrictamente biológico y ensanchar el horizonte de la realidad, ámbito en el cual adquiere sentido y significado las expresiones lúdicas del ser humano. De esta manera, el auge en la cultura contemporánea de formas lúdicas en las cuales se encarna lo imaginario como el cine, la literatura y la iconografía de la cultura de masas,- sostiene Carretero Pasín_” puede ser interpretado como una demanda antropológico-cultural por reintroducir la fantasía y el ensueño en una inerme vida cotidiana, por reencantar, en suma, la realidad. En ellas, la imaginación busca trascender lo real por medio de la ficción, edifica realidades alternativas que desafían la identificación de lo posible con lo dado. La cultura contemporánea testimonia un abanico de espacios sociales que nutren el irrefrenable anhelo de una imaginación que ansía substraerse a la coerción del espacio y el tiempo cotidianos.”
Desde el ámbito de la actuación social el imaginario forma parte de la sociedad real “Esos imaginarios no son representaciones, sino esquemas de representación. Estructuran en cada instante la experiencia social y engendran tanto comportamientos como imágenes reales” [Raymond Ledrut] . Los imaginarios sociales son aquellos esquemas, o _ según Lacan - estructuras mentales inconscientes - construidos socialmente, que nos permiten percibir / aceptar algo como real, explicarlo e intervenir operativamente en lo que en cada sistema social se considere como realidad. Se manifiesta en lo simbólico (el lenguaje) adquiriendo constitución cuando se independiza de la voluntad individual y se despliega como paradigmas que regulan las distintas esferas de las prácticas sociales en el marco de la valoración imaginaria colectiva asumiendo como un hecho natural determinadas formas de existencia, de orden y de interacción en la vida social.
La comprensión antropológica del imaginario se sustenta en la relación del Yo con el mundo. Desde esta percepción del imaginario como fundamento de la cultura derivamos la concepción de una cultura de la convivencia y la ciudadanía y en consecuencia de imaginarios equivalntes relacionados, en este ámbito específico con los procesos de estructuración del Yo y la interacción con los Otros. En esta dimensión adquiere significación especial Lo simbólico como expresión de la emocionalidad del ser humano y de las fuerzas internas que rigen la dinámica de la vida interior. Se trata de dar cuenta de esta dimensión que sostiene los juegos de la significación en el orden narrativo: el sentido de las emociones y la afectividad, el mundo de las pasiones donde el Deseo entra en conflicto con la Ley.
La hermenéutica del símbolo ha puesto de manifiesto la relación subyacente con el universo emocional del ser humano, con la agresividad (Tánatos ) y la afectividad ( Eros) como las principales tendencias que regulan la vida interior y con la dinámica del Yo a ejercer dominio sobre otros para obtener reconocimiento. Estas tendencias se expresan simbólicamente en acciones que se constituyen en esquemas de percepción y actuación en la vida social e inciden en situaciones que afectan la convivencia en diferentes sentidos. Asi por ejemplo podemos reconocer en los diferentes contextos sociales y educativos imaginarios sobre los reguladores sociales de la convivencia como la ley, la moral y formas de agresiones simbólicas que generan conflictos escolares. Las acciones que tienden a transgredir la ley parten de esquemas sociales que validan actuaciones para obtener algún tipo de beneficio personal; el modo autoritario para exigir el cumplimiento de las normas constituyen formas de acción simbólicas que generan estrés y están cargadas de agresividad con lo cual se afectan las relaciones pacíficas para la convivencia; la actitud de violentar los espacios y objetos útiles para el desempeño de la función educativa parte del conflicto interior del agresor en busca del reconocimiento con la acción y en general las acciones contenidas en el sistema de comunicación como el chisme, el daño a útiles escolares de los compañeros de estudio constituyen modo de actuación orientadas a crear intimidación y sometimiento del agredido. Sobre este tipo de esquemas de percepción y actuación esta planteada la modificación simbólica para mejorar las relaciones de convivencia afectando crítica y reflexivamente a los individuos en su personalidad mediante expresiones lúdicas orientadas al desequilibrio ético y moral.
Desde las experiencias de investigación pedagógica se han puesto de manifiesto la relación entre pedagogía y las expresiones lúdicas para educar en la convivencia y la ciudadanía en función de la modificabilidad simbólica. En primer lugar, se hace inteligible para La pedagogía, al fundamentarse en expresiones lúdicas, asumir como objeto de educación la imaginación simbólica e su manifestación estética e imaginarios socio - culturales. En segundo lugar, a la función lúdica propiamente dicha, en cuanto ésta hace referencia a las condiciones sobre el origen del sentido y el símbolo lúdico y la función de equilibración vital en la existencia del ser humano. En tercer lugar, los fundamentos metodológicos y didácticos para la mediación pedagógica. En relación con este aspecto se hace evidente tres acciones para alcanzar la modificabilidad simbólica sustentadas desde el constructivismo social y el principio del desarrollo potencial de la zona próxima de Vigotsky, la desequilibración cognitiva de Piaget y la concepción del símbolo proyectivo, según Jung, puestas en función de las representaciones y acciones simbólicas sustentadas.
La primera acción o situación didáctica a desarrollar consiste en realizar representaciones simbólicas que pongan de manifiesto los imaginarios sociales de los estudiantes en relación con la convivencia ciudadana. Esto se logra a través de representaciones de situaciones problemas recogidas del contexto socio cultura y a través de expresiones artísticas ( teatro, danza, música, pintura,) y competencias ( juegos, deportes ). La segunda situación se orienta a crear el desequilibrio ético moral mediante la representación de situaciones que confronten el imaginario con un sentido ético ideal. La tercera acción consiste en la reflexión intrasubjetiva a través de foros orientados a tomar conciencia sobre el comportamiento y los esquemas de percepción y actuación puestos en evidencia.
De esta manera una pedagogía de la modificabilidad simbólica con fundamento en la lúdica para educar en la convivencia social puede generar procesos para fortalecer el equilibrio emocional y la proyección de vida social en los sujetos. Para ello es preciso tener como fundamento las categorías y principios de la función lúdica del sujeto como la fantasía, la alteridad, el movimiento, el rpincipio de identidad del Yo, entre otras, y comprender la función que cumplen en la formación de los individuos y el Ser humano entendiendo este último término como entidad ontológica y humanística.
2. La relación entre el símbolo lúdico y la acción
La expresión simbolica es lúdica en cuanto es fantasía o ficción. Esta precisión es importante hacerla porque no todo lo simbólico tiene la esencia de lo lúdico. Las matemáticas son pensamiento simbólico racional y, de alguna manera, todo el lenguaje también. La imaginación tiene la capacidad de suponer situaciones para la formulación de hipótesis y en este sentido son ficción, pero tienen un referente empírico y deben someterse a la dictadura de la verdad. La fantasía, en cambio es un acto creador donde la imaginación se proyecta a otros horizontes, a un “mas allá”, a “mundos posibles”, y el sentido de la libertad puede regocijarse sin rendir cuentas a la conciencia sobre la verdad de sus actos. La fantasía es la experiencia estética misma expresando las relaciones emocionales y los sentidos de vida desde los cuales se percibe la realidad y se dota de significado a las cosas y situaciones de las acciones humanas; por eso, es simbólica, la imagen construida carece de referente empírico y comprobación en la realidad material.
En general, entre el símbolo y la actitud frente a la vida hay una relación de correspondencia. La representación simbólica influye en el comportamiento social de los sujetos, por la sencilla razón de que toda acción humana está precedida de intereses y motivaciones ideológicas y culturales, o simplemente por modos de concebir (relaciones con el mundo y la vida, la convivencia) a partir de los esquemas identificados como imaginarios.
El modo como el símbolo – imaginario- incide en el comportamiento del sujeto lo podemos constatar empíricamente en muchas situaciones de la vida cotidiana. En el niño, al reproducir las acciones de su héroe; la reacción de los hinchas de fútbol con los símbolos de las banderas y los escudos de los equipos; el símbolo de Dios representado en el creyente; la reacción de un docente cuando el estudiante no porta el uniforme (el uniforme es símbolo de pertenencia institucional), etc.; pero no por lúdico, el símbolo deja de ser generador de conflicto; cuando existen problemas de agresión y conflicto social, es necesario distinguir aquellas tendencias que no se equilibran con la expresión lúdica, simplemente porque en ellas se contienen diferentes tipos de intereses (económicos y políticos, por ejemplo) y requieren otros tratamientos en la educación del sujeto, asociados con la ética en el manejo de conflictos.
Esto significa que el comportamiento no es instintivo, en términos absolutos, sino inconsciente en muchos casos. A lo largo de todo el estudio sobre la manifestación lúdica, se ha sustentado la tesis del carácter simbólico de su expresión. Al mismo tiempo, es necesario reconocer el carácter dialéctico de la interacción entre el sujeto y el contexto social y cultural para comprender el sentido inverso de la relación. Es decir, la incidencia de lo simbólicamente constituido en un ámbito cultural determinado y la asimilación por parte del sujeto. El individuo nace y crece en un contexto simbólico predeterminado socialmente, que se constituye en su ámbito de identidad y es inconscientemente reproducido en sus acciones a través de imaginarios culturales. Lo simbólico es culturalmente estructurado en el sujeto y esto explica por qué, al tomar consciencia de acciones o comportamientos, mediante experiencias lúdicas, se vuelve susceptible de modificación, como se comprueba con el trabajo de campo.
Las experiencias pedagógicas que permiten interpretar este concepto de modificabilidad simbólica, para construir conciencia ciudadana, partieron, de una parte, de las problemáticas relacionadas con el cuidado del espacio y los bienes públicos, la convivencia en relación con los conflictos escolares, el cumplimiento de la normas y la participación y de otra parte, de los conflictos emocionales. Las situaciones fueron puestas en el plano de lo simbólico a través de formas de expresión lúdica en diferentes modalidades como la música, la expresión dramática, la danza, la pintura, la plástica, dinámicas y juegos.
A partir de la representación simbólica se generan las reflexiones correspondientes sobre las problemáticas planteadas. El resultado ha sido la muestra de la modificación simbólica. El sentido pedagógico de estas experiencias reside no en la simple reproducción simbólica de las situaciones elegidas para la educabilidad de los sujetos, sino en la posibilidad de re - presentar simbólicamente experiencias posibles aún no vividas por los individuos contrastadas con los esquemas de actuación cotidianos. La tendencia normal de los estudiantes es la reproducción de los conflictos del contexto, y desde luego, las expresiones lúdicas asimiladas como generación cultural y como grupo. La mediación pedagógica implica la reflexión crítica de estas manifestaciones para destacar y respetar lo éticamente sano y transformar lo éticamente censurable.
3 Modificabilidad simbólica y equilibración
El fenómeno lúdico ha quedado comprendido como una forma de expresión simbólica del ser humano y en función de los conceptos de alteridad, movimiento y ritual, fundamentalmente. Cuando el fenómeno, en sí, se produce, están presentes todas las variables en un solo acto. Sin embargo, al analizar cada una por separado, podemos encontrar manifestaciones específicas en relación con el efecto de la modificabilidad simbólica; en consecuencia, analizaremos ésta desde cada uno de los componentes de la función lúdica.
3.1 Desde lo simbólico. Como ha quedado sustentado anteriormente, en el símbolo se expresa la construcción de sentido y las fuerzas emocionales reguladoras de la acciones del ser humano y, específicamente, en el sentido lúdico, estas fuerzas están representadas como emoción ritualizada, (predominantemente como agresión ritualizada). Esto lo podemos constatar en todas las formas de expresiones lúdicas estéticas y recreativas, cuando nos referimos a la relación del símbolo con la vida y los conflictos de la existencia y el equilibrio emocional implícito en la manifestación. Es necesario distinguir, entonces, entre las manifestaciones simbólicas de esta condición, formalizadas en las diferentes formas de expresión artística, de aquellas con posibilidad de ser objeto de experiencias pedagógicas.
En la práctica pedagógica se puede partir de estas formas ya elaboradas; una película, el vídeo, el programa de televisión, la fábula, el cuento, la danza construida, etc., y, a partir de allí, generar el proceso didáctico adecuado. Sin embargo, la experiencia significativa consiste en darle un carácter formativo al estudiante, orientando el aprendizaje sobre la forma de expresarse simbólicamente a través de diferentes formas lúdico estéticas como la música, el teatro, la danza, el relato, la fábula, la pintura, etc. Esta formación, tiene, en primera instancia, un carácter didáctico relacionado con el aprendizaje de las técnicas y formas fundamentales de la expresión, y, a través de ellas, la mediación pedagógica propiamente dicha, mediante la expresión del sujeto sobre determinados sentidos de la vida, problemas o situaciones, a partir de su experiencia cultural subyacente (no todos los sujetos se manifiestan simbólicamente de la misma forma, ni encuentran identidad en las mismas expresiones, manifestándose en esto la pluralidad del espíritu lúdico y humano, condición importante a tener en cuenta en la mediación pedagógica). Si con la experiencia pedagógica se suscitan representaciones simbólicas de emociones y sentimientos represados, para luego reflexionar sobre ellos acerca de sus incidencias en la vida personal, se logran efectos de modificación sobre el modo de concebir y actuar, alcanzando con ello el efecto del equilibrio vital Esta será la finalidad a alcanzar mediante una pedagogía de la modificabilidad simbólica.
El postulado derivado de este análisis sobre una pedagogía de la modificabilidad simbólica partiendo de la experiencia lúdica cultural de los sujetos, es un referente para la investigación pedagógica orientada a comprender la relación del símbolo con el comportamiento y la actitud del sujeto. . Específicamente desde el ámbito de la cultura el símbolo se concreta en un ritual; es el imaginario en una acción. El símbolo de lo sagrado se realiza en el ritual mediante el cual se evoca la presencia de un algo ausente para darle actualidad en la conciencia colectiva o individual.
En la realización de experiencias lúdicas – pedagógicas el sentido del ritual se hace evidente. Es sorprendente apreciar a través de algunas dinámicas, el efecto del símbolo en la emocionalidad. En una experiencia específica, estudiantes que representan en una flor a un ser querido, o a alguien con quien habían tenido experiencias emocionales negativas, se vieron afectados en sus sentimientos, produciéndose casos de llantos al evocar estas situaciones. En este sentido, por equivalencia a la metacognición, la mediación pedagógica para equilibrar y, en muchos casos, también desequilibrar, para alcanzar la modificación simbólica, se orienta como reflexión intrasubjetiva; se trata de producir el autoconocimiento de las emociones y sus manifestaciones en el comportamiento del sujeto y hacer conciencia de las implicaciones en el desarrollo de la vida.
Las prácticas lúdicas ofrecen varias posibilidades para acercarse a este propósito pedagógico de la modificabilidad simbólica. Los estudios realizados sobre la psicología de la música y la danza permiten conocer con mucha precisión los alcances y efectos de estas formas de expresión, referenciadas anteriormente en la función lúdica. Allí señalamos cómo la melodía afecta la vida emocional y afectiva. Al desarrollar la conducta musical de escucha, disciplinamos la mente y las emociones, forjamos hábitos de atención y respeto, al tiempo que agudizamos nuestra capacidad de concentración. La danza ayuda a formar el carácter y educar la voluntad, ya sea realizada de una forma privada y personal, o dirigida y orientada. Al danzar, dejamos salir las más profundas emociones, sentimos y exteriorizamos nuestro propio cuerpo con alegría, tristeza, agresividad o miedo, etc. Igualmente sucede con otras formas de expresiones lúdico estéticas y recreativas.
En estas acciones intervienen dos planos: uno, relacionado con la inteligencia emocional, y otro, con lo simbólicamente expresado por cada sujeto, quien al asumir la acción, encuentra en ella la identidad del Yo. En estas características de dos prácticas lúdicas como la música y la danza podemos comprender los elementos y condiciones emocionales a partir de los cuales es abordable lo simbólico con fines pedagógicos. En la pura acción aún no está considerado lo simbólico; es la pura emocionalidad manifiesta con el movimiento. Es necesario aprehender otro plano, relacionado con la imaginación simbólica. En el acto musical, en el danzar, como en la expresión dramatizada, se está expresando alguna tendencia del inconsciente. Cuando los sujetos encuentran identidad en alguna forma de expresión musical, de danza, o ritual, en ésta se asocia alguna forma de significado (es decir, un sentido ) desde un contexto cultural determinado en el cual el simbolismo se hace inteligible (por ejemplo, el sentido o valor implícito en la música juvenil, o de un grupo en especial). Por cuestiones de reconocimiento, los individuos encuentran en los grupos las formas de ser socialmente aceptados y se identifican con determinadas formas de actuar, de expresarse lingüísticamente y reconocerse bajo ciertos símbolos y expresiones musicales.
3.2 Desde la alteridad. Es un hecho probado psicológica y sociológicamente, la adopción y manifestación de diferentes personalidades del yo, o, simplemente, el juego de roles de los individuos en la sociedad, dependiendo de los contextos y situaciones experimentadas o a experimentar. Son las máscaras de la vida representadas por el arte en las caracterizaciones críticas del ser humano. Es la imagen de la apariencia, la hipocresía, la simulación, los comportamientos obligados por los códigos morales y las normas, establecidos socialmente.
Bajo el principio de alteridad hemos podido comprender la expresión lúdica y simbólica del sujeto para enfrentar el conflicto con la existencia fantaseando, construyendo espacios y tiempos alternos a la realidad material y así satisfacer su deseo y actuar de otra manera en la vida. De esta manera, la alteridad está asociada al movimiento y la acción. El movimiento, en tanto acción para ser otro, es decir, para adoptar otra personalidad, la del verdadero yo. En este sentido, el movimiento es acción simbólica y la alteridad es acción simbólica mediante la cual se realiza la fantasía y se hace ritual. El movimiento producido por la emocionalidad de la música y la danza, es la primera condición para suscitar la alteridad, pero es preciso ponerlo en
el plano de la representación simbólica, y el sujeto lo hace proyectando un querer ser.
En procura de suscitar la modificabilidad simbólica, es mediante el sentido de la alteridad como la pedagogía se puede concretar metodológicamente. Apoyándonos en la concepción junguiana del símbolo, es posible realizar experiencias pedagógicas para experimentar situaciones aún no vividas o deseables de vivir y luego hacer las correspondientes reflexiones intrasubjetivas. El ejercicio de alteridad, mediante el juego de roles, da la posibilidad de experimentar otras dimensiones de la personalidad de cada uno. La experiencia a vivenciar dependerá del propósito pedagógico: el manejo del conflicto, el respeto y el reconocimiento del otro, la conciencia del ser ciudadano, el respeto por lo público, etc. Mediante la alteridad se hacen posible la reflexión intrasubjetiva y la posibilidad de modificar un simbolismo preestablecido culturalmente.
3.3. Movimiento, interacción y comunicación. En la actividad lúdica se contienen procesos de interacción, comunicación y normas. La interacción y la comunicación, potencialmente, son la primera manifestación de posibilidad real para incidir en la convivencia mediante el reconocimiento del otro. En el juego, en cualquiera de sus manifestaciones y edades, se da una situación significativa en relación con el reconocimiento del otro en condiciones de igualdad debido puesto que en la interacción lúdica desaparecen simbólicamente la desigualdad social o las diferencias de rango y cada actor se encuentra en las mismas condiciones.
En una partida de ajedrez, por ejemplo, los actores son jugadores en igualdad de condiciones y gana quien desarrolle la mejor estrategia. Por supuesto, la manifestación de las diferencias sociales en las prácticas lúdicas asociadas a las clases sociales existen en todos los contextos socio culturales en la medida en que no todos los individuos tienen la posibilidad económica de acceder; por ejemplo, el golf es una práctica deportiva que demanda altos costos. Sin embargo, históricamente los deportes de élite se van democratizando como ha sucedido ,por ejemplo, con el tenis. Este sentido de la libertad puesta en el juego es la analogía con el espíritu de la democracia. Esto es posible en el plano de lo simbólico y es la expresión de libertad de la imaginación simbólica para construir mundos imaginarios diferentes a la realidad Y no se trata de creer que jugando se cambie una realidad social; eso sería un acto de ingenuidad intelectual. Sencillamente, es la realidad del espíritu lúdico puesto de manifiesto cuando se expresa en acciones concretas. Pero también, en muchos otros sentidos, por ejemplo, la expresión dramática, la poesía y la poética en general, son la posibilidad de expresar la crítica o el deseo reprimido por las circunstancias sociales, mediante la expresión y representación simbólica y estética, equilibrando en la ficción los efectos del desequilibrio social en la psiquis del sujeto.
No es posible comprender la interacción lúdica aislada de todas las variables que intervienen en el fenómeno. Todo el sentido lúdico adquiere realización plena como ritual, como acto evocador y por lo tanto es esencialmente colectivo y constructor de convivencia. Lo que hay de ritual en la lúdica es la posibilidad para construir convivencia. La fiesta, por ejemplo, convoca a las comunidades en encuentros de la sociabilidad y, en este sentido, ofrece la posibilidad para educar en la convivencia, sin desconocer su naturaleza conflictiva, debido a la tendencia agresora del ser humano, que siempre se manifiesta de diferentes maneras incluso en la lúdica. El hecho de compartir en una fiesta o en un juego, no evita la manifestación de la agresión en sí misma, por fuera de la acción simbólica. En este sentido, la pedagogía de la modificabilidad simbólica se orienta hacía la educación de las manifestaciones emocionales.
3.4 Las normas y reglas de juego. Integralmente, con la interacción y el ritual, las normas y reglas de juego son otro referente para educar en función de la convivencia y la ciudadanía y construir la cultura escolar correspondiente. Es posible tomar conciencia sobre la importancia de la norma a partir del juego y la expresión lúdica en
general, experimentando las consecuencias y ventajas de ellas en la regulación del comportamiento y, sobre todo, construyendo el significado y su sentido en la vida misma. Con este propósito, la norma debe adquirir sentido en el sujeto y a través de la acción simbólica, esto es posible como lo muestran las experiencias desarrolladas en el aula. En el plano de lo estrictamente estético, las reglas de juego cumplen una función específica, relacionada con la armonía, los ritmos, etc. Desde el punto de vista de la realización del juego propiamente dicho, la norma lo hace posible y el cumplimiento estricto de ella es una condición necesaria. La autorreflexión mediante experiencias, modificando las normas de un juego y transferida al plano de la convivencia, hace comprensible su significado en el mantenimiento de un orden social determinado. Muchas de las experiencias desarrolladas muestran situaciones en el cambio del comportamiento de los estudiantes, con la conservación y el cuidado del espacio público.
4. La modificabilidad simbólica en la construcción de territorio simbólico y
conciencia ciudadana
Las experiencias lúdicas aplicadas en los procesos de investigación para identificar las posibilidades de intervenir pedagógicamente en la construcción de cultura para la convivencia democrática y conciencia ciudadana se fundamentaron en tres conceptos básicos, apropiados de la experiencia con cultura ciudadana en la ciudad de Bogotá. Estos son: la construcción de territorio simbólico para crear sentido de pertenencia y el cuidado de lo público, convivencia pacífica y participación, teniendo en cuenta la variable fundamental de autorregulación. Con este propósito, se diseñaron talleres experimentales con metodología de investigación-acción en el aula, aplicados por docentes en instituciones educativas en varias ciudades principales y provincias del país, durante tres años aproximadamente. La experiencia cubrió una muestra aproximada de doscientas instituciones educativas y un poco más de dos mil estudiantes. Igualmente, el estudio incluyó observaciones etnográficas, entrevistas a docentes y alumnos y revisión de manuales de convivencia. Como resultado de este trabajo de campo, se han hecho análisis de las contradicciones entre ley, moral y cultura.4
En el ámbito escolar, las experiencias pedagógicas aplicadas con el propósito de observar las variables relacionadas con la construcción de territorio simbólico y sentido de pertenencia para establecer si se manifestaban situaciones favorables y posibles para orientar procesos pedagógicos válidos, se realizaron a partir de formas de expresión lúdico estéticas y recreativas como la expresión dramática, la narrativa, la danza, la pintura, dinámicas, murales, cuenteros, la música, competencias deportivas etc., representando simbólicamente situaciones sobre las problemáticas del cuidado del espacio colectivo. Los resultados muestran a los estudiantes positivamente influenciados haciendo posible la reflexión sobre las necesidades de cuidar los lugares y los bienes públicos en la institución educativa. Se insinúan cambios de actitud y el problema de cuidar el entorno se hace consciente. Se pone de manifiesto cómo la fantasía y la alteridad, contenidas en las acciones lúdicas, pueden incidir en la autoconciencia moral y permitir la reflexión ética sobre el cuidado del espacio en el ámbito escolar y el cuidado de lo público.
Desde la vida cotidiana podemos apreciar cómo la percepción del ambiente influye en el comportamiento y ánimo de los grupos con el espacio–territorio, en los cuales se estructuran horizontes de la memoria colectiva y la posibilidad de expresión cultural de los individuos en estos lugares es un factor importante para la construcción del sentido de pertenencia. Además del recreo, “La esquina” y los alrededores del colegio, son los lugares con significado para los estudiantes donde se construyen relaciones y también los conflictos. Estos territorios son muestras para reconstruir el ambiente escolar. En tanto la institución educativa se convierta en un espacio donde el estudiante se exprese libremente con sus imaginarios culturales y sus afectos, se podrá constituir en territorio simbólico. Es significativo que en el estudio no se haya encontrado ninguna institución educativa con un PEI, o en eventos institucionalizados, con fundamento en la lúdica como base de la formación para la convivencia.
El tiempo y el espacio del recreo escolar son el verdadero lugar y momento donde la institución educativa adquiere sentido como territorio simbólico para los estudiantes. Este es un equivalente de espacio público y el lugar común donde se identifican colectivamente y se reconocen. También es el referente para reflexionar sobre la posibilidad de hacer de la institución un territorio simbólico en donde se eduque para la sociabilidad.
Cuando se representaron situaciones críticas de la convivencia escolar y se socializaron para toda la institución, se establecieron normas, aceptadas por los estudiantes, para presenciar las obras y actividades lúdicas insinuándose procesos de autorregulación. Con este tipo de actividades se construye el público como espectador educado para presenciar espectáculos y el aprendizaje de normas para interactuar en eventos colectivos. Pero, sobre todo, se manifiestan los sentidos de las culturas juveniles, casi invisibles, presentes en las instituciones educativas y se descubren talentos que han estado ocultos ante la falta de oportunidades para la interacción y la comunicación. Estos encuentros dan significado y sentido de territorio simbólico y realmente construyen convivencia escolar. En todos estos resultados, sutilmente se insinúa la construcción de territorio simbólico, el sentido de pertenencia en el aula y en los lugares colectivos de las instituciones educativas, en donde también existen relaciones de indiferencia como en la ciudad, entre desconocidos. De esta manera, se van construyendo procesos estructurantes de la territorialidad simbólica y la ciudadanía.
5. Experiencias concretas de modificabilidad simbólica en la construcción
de convivencia.
Los anteriores resultados hacen manifiestas las posibilidades reales de la lúdica para construir, en la institución educativa, lugares donde se pueda expresar el interés, la curiosidad y los afectos de los estudiantes, formar territorio simbólico y educar en él para la convivencia, de un modo consciente y pedagógico. La tendencia natural de los estudiantes es buscar la sociabilidad, pero esto demanda lugares para la acción simbólica. Frente a la carencia de estos espacios, el comportamiento deviene en acto de indisciplina.
Son múltiples las instituciones escolares en donde el juego y la recreación están restringidos o prohibidos para los estudiantes en la hora del descanso, por falta de espacio o por simple control disciplinario. Cualquiera sea la razón, se manifiesta la falta de comprensión sobre la importancia del juego y, sobre todo, el desconocimiento de la función lúdica en el ser humano. Las experiencias lúdicas estéticas implementadas en las instituciones educativas, con un criterio pedagógico, teniendo en cuenta niveles de desarrollo y contexto, ponen de manifiesto varias situaciones importantes para la fundamentación de una pedagogía lúdica y la modificabilidad simbólica en la construcción de ciudadanía. Abordar situaciones problemas que se consideren importantes en la educabilidad y re-crearlas, en el sentido de representarlas simbólicamente, a través de las diferentes formas de expresión lúdico estética y recreativa, permite hacer conciencia del hecho en cuestión y actuar en consecuencia con una intencionalidad pedagógica dirigida a la modificación de representaciones simbólicas que inciden en los conflictos relacionados con la convivencia.
Así, por ejemplo, se dan experiencias para reflexionar sobre la importancia de las normas al realizar juegos, y otras formas de prácticas lúdicas derivando la importancia de cumplir con ciertas reglas mínimas en la convivencia; y, luego, encontrar a estudiantes organizando juegos y actividades recreativas en los descansos, haciendo énfasis en el cumplimiento de ellas; a otros, interesados en cuidar el aseo de los lugares, utilizando las cestas sin la presencia de una autoridad disciplinaria; otros ayudando a cuidar el lugar en donde se ha elaborado un mural. La interacción, generada en la acción lúdica, ha contribuido en muchos casos a evidenciar el autocontrol de la emociones y a restablecer relaciones cordiales entre estudiantes en conflicto. En la práctica de la alteridad, asumiendo el juego de roles, se reconoce al otro; y detrás de la fantasía al docente entusiasmado.
En estos procesos y actuaciones se expresa esencialmente la fantasía. En ella se recrean los imaginarios y la emocionalidad; por esta razón, el sujeto encuentra identidad en la acción y en consecuencia placer. Son múltiples los casos, por lo demás, ya conocidos en la pedagogía infantil, acerca de cómo los niños en los niveles primarios y preescolares aprenden los procesos de la lectoescritura. Siendo la fantasía una forma de expresión simbólica, a través de ella se manifiestan la emocionalidad y el sentido de identidad del sujeto con la acción desarrollada, su querer y el deseo. De esta manera, se explica el sentido de pertenencia con la acción simbólica del sujeto.
En el manejo de los conflictos se dan dos planos para la educabilidad y el interés pedagógico; uno hacia el exterior, en relación con la convivencia y la sociabilidad, en las cuales la interacción lúdica (esencia del movimiento) y la comunicación inherente juegan un papel fundamental, recreando imaginarios y construyendo cultura. Cuando las experiencias lúdicas re-crearon simbólicamente conflictos, en diferentes formas de expresión, hubo manifestación de una conciencia sobre la problemática y tendencias a estimular el respeto, el diálogo, la tolerancia, entre otros valores; la construcción de relaciones sociales y afectivas, muestras de superación de la timidez y mejoramiento de la autoestima; procesos de liderazgo y emprendimientos colaborativos.
El otro plano es hacia el interior del sujeto, como conflicto emocional, y hacia la intrasubjetividad. La acciones lúdicas, al posibilitar la introspección y autorreflexión
sobre las problemáticas que afectan al ego (el “yo”), con el propósito de abandonar emociones negativas, producen efectos positivos. Es tanto como ejercer el perdón hacia quien haya afectado su autoestima y hacia sí mismo por haberlo permitido. Las dinámicas, al asumir el juego de roles para confrontar las emociones, contribuyen favorablemente a cualificar este proceso, haciendo emerger la emoción asociada al conflicto para hacerlo consciente y reflexionar sobre sus efectos.
Desde la perspectiva de construir ciudadanía para la convivencia pacífica es necesario poseer competencias sobre el control de sus emociones. En estos procesos, la alteridad cumple la función de la catarsis para cualificar la inteligencia intrasubjetiva; y lo simbólico, el reencuentro introspectivo con la emocionalidad y el ego. La interpretación teórica de estas experiencias permite sustentar la concepción de una modificabilidad simbólica como horizonte de la pedagogía con fundamento en la lúdica para construir convivencia y ciudadanía.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFÍCAS
1- CARRETERO PASIN; Ángel Enrique. Revista Crítica de ciencias Sociales. En Internet:
2-DIAZ , MEJIA, Héctor Ángel: Hermenéutica de la Lúdica y Pedagogía de la modificabilidad simbólica. Cooperativa Editorial magisterio. Bogotá 2008
3-ERNST, Cassirer; Antropología Filosófica. F.C.E. México 1993. Pág. 222.
4-GADAMER, H. George : La actualidad de lo bello. El arte como juego, símbolo y fiesta. Paidós. Barcelona
5-HAUSSER , Arnold: Historia Social del Arte y la literatura. Guadarrama. Barcelona 1980
6-PIAGET; Jean: La Formación del símbolo en el niño. Fondo de Cultura Económica. Bogotá 1994
7-VIGOTSKY,Lev: La imaginación y el arte en la infancia. Ensayo psicológico.
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