Cooperativa Editorial Magisterio. Bogotà 2013.
NATURALEZA DE LA CONVIVENCIA Y EL CONFLICTO ESCOLAR
Comprender la
convivencia escolar, desde el devenir de la vida, es admitir en los estudiantes un desarrollo permanente
de construcción de la subjetividad y, en consecuencia, de la
emocionalidad y expresiones
simbólicas de su Ser, manifiestándose en
diversas formas del comportamiento social. Una tensión importante en éste desarrollo es la contradicción entre el “Ser que es” y el
“interés por Ser”, de tal o cual modo. De esta dinámica surgen los conflctos en la interacción y comunicación
escolar.
Comprender la
naturaleza de un hecho es indagar sobre el contenido de lo cual está
constituida su existencia y razón de
ser. La aplicación y comprensión de este concepto a las cosas
materiales, tal vez, no resulta
tan difíci y problemático, como si
lo aplicamos a la comprensión
de los sucesos de la vida interior del
ser humano y sus manifestaciones en las
actuaciones sociales, regulada por la dinámica
de las emociones y los conflictos
internos con la existencia en el mundo y la vida social. La naturaleza del conflicto
se refiere a la comprensión
de ésta dinámica de las condiciones de
la vida interna que se expresa de múltiples formas en el
comportamiento y la actuación social de las personas en contextos socio
culturales específicos.
La comprensión de la nauturaleza del conflicto escolar tiene
especial importancia para las procesos de formación de los estudiantes y las
prácticas pedagógicas, mediante las cuales se busca regular la educación de la convivencia en los contextos escolares, toda
vez, que de ésta comprensión dependen
las posibilidades de educar, en
el continuismo de una escuela obsoleta y esencialmente represora de las acciones en que se
manifiesta el conflicto, o de educar a conciencia y en la conciencia del
estudiante, en función de una renovación pedagógica con fundamento en el
conocimiento de las condiciones de la
subjetividad y su manifestación en
el conflicto mismo, con la finalidad de educar ciudadanos sujetos de la democracia
y la convivencia pacífica.
En La comprensión
sociológica del conflicto, en primera instancia, podemos identificar dos perspectivas de análisis ; una desde la manifestación de la agresión en la acción; es decir, desde
la conducta su formas y estrategias; y otra, desde la percepción de intereses
de los actores del conflicto.
Desde la conducta se
observa la acción que es incompatible
con otra acción y la interfiere, haciendo
que tenga menos posibilidades de ser efectiva. Aquí las acciones de una
de las partes están encaminadas a su propio beneficio en detrimento de los
demás. Desde la percepción, se hace menos enfásis en la conducta y se centra más en las diferencias de
objetivos. “ El conflicto surge cuando seres humanos defienden metas,
propósitos o valores que son incompatibles o excluyentes entre sí”. (Ross Marc
Howard: 1995)
En los contextos
escolares, sobre el conflicto se tiene,
generalmente, una percepción en la inmediatez
de la acción y se desconocen en gran medida, factores
fundamentales sobre los principios y
procesos de su manifestación asumiendo en la agresividad las causas inmediatas
de los conflictos. De ésta percepción inmediata resulta, por lo tanto,
el fundamento de prácticas
pedagógicas que tienden a “manejar el
conflicto” con estrategías, que en esencia, siguen estando basadas en el modelo conductista, en
tanto se orientan más a reprimir la acción y menos a educar las condiciones
subjetivas que en él se expresan. Cuando
el conflicto se percibe desde la actuación de los actores, la tendencia de la
mediación es el uso de técnicas, o estrategias, para “resolver problemas” generados por los conflictos, que terminan
en última instancia con las conocidas sanciones de rigor, estipuladas en los
manuales de convivencia, abandonando a
la libertad de los contextos
culturales las educación de la subjetividad.
Desde una
perspectiva centrada más en la psicologia cognitiva, menos conductista y
más dialéctica,
es posible identificar una tercera perspectiva de análisis, integradora
de las dos anteriores, en los esquemas cognitivos que soportan a la percepción
y la actuación de los sujetos, comprendidos en
éste estudio como imaginarios. De este modo, la agresión como la
actuación social, en el contexto de la convivencia escolar, la comprenderemos en su natualeza simbólica
y no simplemente desde la
naturaleza biológica o psicológica, en tanto, asumimos la agresividad, y en general la emocionalidad del ser humano,
manifestándose bajo determinados modelos
simbólicos de actuación social.
La tesis a sustentar en este estudio se fundamenta, entonces, en la
naturaleza simbólica del comportamiento
humano y la relación con las
manifestaciónes físicas de la agresión.
Cuando dos, o más, estudiantes se
enfrentan y se agreden fisicamente, desde luego, que no contemplamos una acción simbólica, sino real y a veces trágica en casos de situación extrema; lo simbólico es el esquema de percepción que
antecede al conflcto y el modelo de convivencia, desde el cual se establecen las formas de relaciones sociales
y el modo de representarse la situación
que conducen al enfrentamiento y
desarrollo del conflcto. La
emocionalidad, por tanto, no es simplemente una fuerza biológica y psicológica
que se manifieste instintivamente, sino que se expresa bajo determinados
modelos simbólicos de agresividad y
afectividad. Un llanto en público no es simplemente un
llanto; es una emoción cargada de un significado dependiendo del
contexto de la situación en que se
produzca. De la misma manera una
agresión está cargada de significación e intencionalidad. Un grafiti en un baño
es una manifestación de afecto, o un desafio a la autoridad y está contenido en
el contexto de un posible conflcto.
Asi, podemos reconocer en los diferentes contextos sociales y educativos, imaginarios
y formas de agresión simbólicas
generadoras de los conflictos
escolares. Las acciones que tienden a transgredir las normas de conviencia y
disciplina parten de esquemas sociales
que validan actuaciones para obtener
algún tipo de beneficio personal. Desde las estructuras del Yo se manifiesta
con mucha frecuencia el resentimiento social y afectivo mediante modelos
simbólicos de actuación social como la actitud de violentar los espacios y objetos útiles para el desempeño de la función educativa;
estas acciones parten del conflicto
interior del agresor en busca del
reconocimiento con la acción y la equilibración vital. En
general, las acciones contenidas en el sistema de comunicación, como el “chisme”, el daño a útiles escolares
de los compañeros de estudio, el robo ,
constituyen modo de actuación orientadas a crear intimidación y
sometimiento del agredido. También el
modo autoritario, de docentes y directivos, para exigir el cumplimiento de las
normas y obligaciones constituyen formas
de acción simbólicas que generan estrés y están cargadas de agresividad con lo
cual se afectan las relaciones pacíficas para la convivencia.
Este punto de vista nos
permite aproximarnos a una primera
interpretación de la convivencia y a una concepción dinámica del conflicto
escolar. En tèrminos generales, la convivencia se constituye a partir de las formas como se organizan las relaciones
sociales y humanas bajo determinados modelos de actuación social. (imaginarios)
En un modelo de
convivencia se contienen determinadas
variables relacionadas con “valores”, “formas de organización”, “sistemas de
relación”, estrategias para afrontar los conflictos, formas de comunicación, modelos de expresión de los sentimientos y
modos de percibir la vida y los conflictos mismos. En los diferentes contextos familiares,
institucionales, laborales, políticos,
se construyen modelos de convivencia
y particularmente en los contextos escolares, cuyas características afectan, de alguna manera, la calidad de vida
de las personas. Estos modelos son el objeto de aprendizaje en contextos específicos.
A la Pedagogía le
corresponde el análisis crítico para plantear alternativas de educabilidad en la convivencia sin reducir su aplicación a crear solamente técnicas para resolver
problemas y manejar conflictos.
Concebirla así es centrar la atención en la acción y no en la percepción y las
estructuras cognitivas subyacentes que
lo condicionan y regulan. Las estructuras de la subjetividad no necesariamente
implican la expresión de una conducta conflictiva,
sino también la estructuración de un imaginario
de la violencia, en personas
pacíficas, con el cual se convive y se justifican en acciones contra la
violencia misma, contribuyendo a la reproducción de las condiciones que dan permanencia al conflicto social en todos los contextos. En este sentido, el
concepto de práctica social de Antony Guiddens (1996) nos permite apoyar esta perspectiva. Según
Guidens, las prácticas sociales son acciones sociales sustentadas en una racionalidad ideológica –
cultural en un Espacio – tiempo
determinado y no constituyen
relaciones de causalidad sino actuaciones reproductoras de las condiciones que las generan. Por esta razón, la Pedagogía en
la convivencia debe plantearse el reto de la mirada crítica y reestructuración del imaginario.
El conflicto, tanto intersubjetivo como
intrasubjetivo, se constituye en
un proceso dinámico y complejo
que se va configurando mediante la
interacción de multiples elementos que confrontan esquemas de percecpción y
actuación de las personas, en torno a la cual se despliegan modelos simbólicos de expresión de la
agresividad, modos de asumir las relaciones
y comunicaciones y acciones
estratégicas para satisfacer una intencionalidad. Asi, el famoso
“matoneo” se ha constituido en un modelo de actuación para
resolver los conflictos escolares, difundido y promocionado por
los medios de comunicación.
La comprensión de la convivencia y el conflicto, en su naturaleza simbólica,
conlleva a su vez, a establecer las
relaciones con los procesos neuro emocionales y la
naturaleza de la agresión. Aquí es importante hacer una diferencia entre el
imaginario cultural cosmovisivo, del imaginario en la convivencia. Lo simbólico
del imaginario cultural se constittuye a partir de la relación del “Yo con el
mundo”, mientras que el imaginario social sobre la convivencia lo
comprendemos a partir de la relación del “Yo con el Otro” en acciones
de interacción y comunicación,
implicándose los procesos cognitivos y emocionales bajo una sola
estructura de precepción y actuación social. Esto significa que el imaginario es una construcción de
sentido estructurado, o asociado, a los circuitos neuro emocionales del
cerebro.
La
neurociencia ha demostrado, con
experimentos y con hechos
históricos reales, en personas que han sufrido lesiones
cerebrales, como el de Helen Keller,
la relación del símbolo con las conexiones neurocerebrales. ( Bartra
Roger 2007:59). Bajo este enfoque comprenderemos que las estructuras de
percepción y actuación social, que
sustenta a los imaginarios de la convivencia, integra los procesos cognitivos y
simbólicos a circuitos neuro emocionales a tráves de la construcción de sentido.
De esta manera, es posible comprender
el sentido, tanto de la percepción de
los actores escolares como de la
actuación y la agresión misma.
La obra de Roger
Barta, Antropologia del cerebro, [Bartra: 2007]
plantea los fundamentos neurocientíficos que nos permiten algunas
claridades sobre la relación entre los
circuitos neuronales y los circuitos culturales y simbólicos. Barta comparte, con otros neurólogos, la tesis acerca de que los circuitos de la memoria,
no tienen un carácter representacional y que no existe un lenguaje del
pensamiento, negando la presencia
de módulos mentales en los cuales se
contenga una gramática determinada, como lo planteaba Chomsky. En cambio,
plantea la existencia de circuitos neurológicos que interactúan con circuítos
simbólicos dados en los contextos
culturales. Este planteamiento conduce a hacer claridad acerca de cómo es
posible la comprensión y la construcción de sentidos y significados.
A partir de distinguir
entre signo y símbolo ( aquí el concepto de signo no tiene la connotación dada
por Seassure, quien lo concibió como la unión entre una imagen acústica y un
concepto) afirma que el signo, o señal,
es la base de la inteligencia animal e indica sobre lo que hay que actuar y es un medio para activar una acción. Este
argumento se sustenta y se explica a partir de las “neuronas Espejo”. En cambio
el Simbolo es una herramienta del pensamiento.
Los circuítos
neuronales funcionan mediante señales quimicas y eléctricas, mientras el lenguaje es un sistema simbólico. Hasta donde se sabe, el cerebro no funciona
mediante símbolos, al menos de una manera directa ni mediante procesos de
representación. Para operar con símbolos el sistema nervioso necesita conectarse con el entorno cultural
para que ciertos conglomerados de
señales adopten una forma simbólica. Por su parte, en los sistemas culturales
si hay operaciones con señales que se
transforman en representaciones simbólicas.( Bartra 2007: 133). Bajo este
enfoque teórico comprenderemos la naturaleza de los procesos simbólicos y
cognitivos que subyacen a los conflictos
y la conviencia.
Se comprende, entonces, que los procesos
cognitivos operan sobre una base de
circuitos neurológicos, conectados entre
diferentes áreas cerebrales, mediante los cuales se producen aprendizajes sobre
determinados comportamientos que funcionan
como mecanismos de acción (de reacción y
defensa, posiblemente) y son inconcientes;
estos procesos son propios del cerebro y la condición biológica del animal y
del ser humano, pero no son simbólicos. Un sistema de circuito simbólico lo
constituyen acciones dotadas de sentido y significado y tienen una
intencionalidad. Por lo tanto, las experiencias primarias de socialización de
los conflictos tienen ésta carácterística cognitiva en la estructuración
del imaginario el cual se constituye a
través del simbolo.
El símbolo es síntesis
entre los dos procesos; entre el
significado de la acción, que es de
naturaleza social, y los procesos neurocognitivos, que son de naturaleza
biológica y emocional.
De acuerdo con el
sistema de las “neuronas espejo”, la
percepción de la acción es objeto de copia
y, como signo, estimularía reacciones electro – químicas y como símbolo activa un determinado sentido. Este camino de comprensión neurológica
conlleva a plantearse el problema de la moral; toda vez, que el comportamiento
social está dotado de moralidad. Una vez creado
el sistema de funcionamiento de
la red simbólica ( neuro –cultural ) el
factor social alimenta los procesos neuro cerebrales y viceversa. Asumiendo la
moral como una manifestación de la conciencia, su determinación es social porque está dotada de sentido y significado y no se constituye dentro del cerebro, pero actúa como proceso neurocognitivo,
estimulando las redes neuronales y la emocionalidad y es preciso comprenderla
en función del desarrollo de estos procesos.
3.1. LA NATURALEZA COMPLEJA DE LA AGRESIÓN
La naturaleza
simbólica del comportamiento social no implica desconocer la naturaleza biológica y psicológica de la agresión. Hay comportamientos agresivos que es importante
conocer de ellos en función de los
referentes neuro biológicos, de
una parte, por ejemplo, relacionados con el sistema del cerebro denominado complejo R y el sistema límbico, y de otra, con los referentes psicológicos que afectan el Yo y se manifiestan inconscientemente. Este
enunciado significa admitir la
existencia de una base neuro- biológica
sobre la cual se configura el cerebro y su desarrollo hacía la adultez, asociado a circuitos simbólicos - culturales, en
cuyo proceso el sujeto va construyendo la conciencia de sí mismo y
la subjetividad.
Refiriéndose a la
construcción de la subjetividad, Roberto Pérez Fernández,(2010) afirma,
desde el campo de las Neurociencias, que el genoma tiene una influencia
muy importante en el llamado cerebro primitivo. Las investigaciones señalan que
mientras en los sectores evolutivamente más arcaicos del cerebro - tales como
el tallo cerebral, hipotálamo y amígdala - la mayoría de las conexiones
neurales tienen un ordenamiento bastante acabado al nacer, las redes neurales
de comunicación con los sectores más evolucionados - tales como la corteza -
así como el ordenamiento definitivo de las mismas, se construyen después del
nacimiento en función de los intercambios con el medio ambiente, o sea con la
educación, alimentación, afectos, etc . (Bechara, Tranel, Damasio, Adolphs, et
al., 1995; Damasio, 1996; Pally, 1998; Bleichmar, 1999; Domínguez, 1999;
Lopera, 2004)
En éste proceso neuro
–cultural reside la razón de ser de la pedagogía como disciplina científica de
la educabilidad y el aprendizaje. El estudio de las condiciones subjetivas implica
el conocimiento de los procesos cognitivos, emocionales y simbólicos, que hacen
posible el aprendizaje en general y el
de la convivencia y la sociabilidad en especial, siendo éste
el punto de divergencia y no retorno entre
el modelo de educación tradicional,
centrado en la represión de la emocionalidad, de un modelo Pedagógico
centrado en la educación de la misma para
dotar a la subjetividad de contenidos en Inteligencia emocional y social. La función pedagógica es hacer consciente en
el individuo el fenómeno de la agresión, para propiciar el cambio de
comportamiento, cuando se vea
enfrentado a situaciones que
estimulen su agresividad, adoptando
nuevos modelos de interacción y
comunicación en situaciones de conflicto.
3.2. EL CEREBRO DE LA EMOCIONALIDAD Y LA AGRESIÓN
En el ámbito de la ciencia es
conocido el sugestivo modelo de la estructura y evolución del cerebro “trino”, de Maclean, asimilado a tres computadores biológicos, interconectados cada
uno con su peculiar y específica inteligencia, subjetividad y sentido del
tiempo y del espacio, así como sus propias funciones de memoria y
motricidad de todo tipo. Cada cerebro
corresponde a una etapa evolutiva de trascendental importancia: el complejo “R”
(reptílico), el sistema límbico y el neocórtex.
Basándonos en Carl
Sagan, quien dejó una valiosa información con sentido
pedagógico en la Serie “Cosmos”, y
libros publicados, entre otros, Los Dragones del Edén ( 1984) referenciamos este contenido de carácter
neurobiológico, de manera muy general, para caracterizar lo esencial de la
estructura del cerebro y las funciones
pertinentes con el asunto que nos ocupa en este estudio.
La parte más primitiva del cerebro
humano comprende a la médula espinal;
la médula oblongata y la protuberancia anular, que forman el cerebro posterior
y el cerebro medio o esencéfalo. Maclean llama “armazón neural” al conjunto
integrado por la médula espinal, el cerebro posterior y el cerebro medio, o
mesencéfalo, alberga los mecanismos
neurales básicos de la reproducción y la autoconservación, aspecto que incluye
la regulación del ritmo cardíaco, circulación sanguínea y respiración. En un
pez, o un anfibio, éste es casi todo el cerebro que existe, pero, según Mclean,
un reptil o animal superior privado de procencéfalo (cerebro anterior) es tan
insensible y tan inútil como un vehículo parado sin conductor.
Mclean distingue tres clases de
elementos motrices del armazón neural. El de formación más antigua, envuelve el
cerebro medio (integrado en buena parte por lo que los neuroanatomistas
denominan la estría olfatoria, el cuerpo estriado, y el globus pallidus) y lo
comparte con nosotros los restantes mamíferos y reptiles. Probablemente –dice
Sagan- se desarrolló hace varios centenares de millones de años. Mclean lo
denomina el complejo reptílico o complejo R. Las investigaciones de Mclean
asociaron el complejo R con la conducta
agresiva, la territorialidad, los actos rituales y el establecimiento de jerarquías sociales y las tendencias
burocráticas.
Rodeando al complejo R
se halla el sistema límbico, llamado así porque linda con el cerebro
propiamente dicho (en inglés, brazos y piernas se llaman limbs –miembros- por
ser órganos periféricos al resto del cuerpo). También los restantes mamíferos
tienen sistema límbico, y en un grado mucho menos evolucionado lo poseen así
mismo los reptiles. Seguramente se originó hace más de ciento cincuenta
millones de años.
En el sistema límbico se gestan las
emociones intensas o singularmente vividas. Las descargas eléctricas en este
sistema producen, en ocasiones, síntomas similares a los ocasionados por las
psicosis o las drogas alucinógenas. – Y por extensión, lo relacionamos nosotros más adelante, con los efectos
producidos por expresiones simbólicas como la música y la poética en general-
Este sistema se asocia al control
de la hilaridad, el sobrecogimiento y
una gran variedad de sutiles emociones consideradas propias del ser humano.
Existen motivos para pensar que las raíces del comportamiento altruista se
hallan en el sistema límbico, como lo afirmará posteriormente, Daniel Goleman,
en sus investigaciones sobre la
Inteligencia emocional y social. Salvo algunas excepciones, los mamíferos y las
aves son los únicos organismos que se esmeran en el cuidado de su prole.
Relacionado con el sistema límbico se tiene la otra tendencia, la afectividad; “por lo que parece el amor es
invención de los mamíferos” (Sagan, 1984: 84 -86).
Con el desarrollo de la
neurociencia en la actualidad se tienen nuevos conocimientos e hipótesis sobre
las regiones del cerebro que activan las emociones. Damasio, por ejemplo,
polemiza sobre las estructuras que se relacionan con el desarrollo de las
emociones y los sentimientos reducidas al sistema límbico. Según, este
autor, existen otras estructuras, fuera del sistema límbico, implicadas en el
procesamiento de la emoción y los
sentimientos, como la corteza prefrontal,
especialmente en los sectores ventral y medio y más ampliamente en el
sector orbital; la corteza
somatosensorial; el núcleo monoamineo
del tronco cerebral y otros núcleos tanto del tronco cerebral como de la médula espinal. (Pérez Fernández:
2010)
Por último, rematando lo que resta
del cerebro, se encuentra el neocórtex, sin duda la incorporación evolutiva más
moderna, capaz de hacer abstracciones y crear
cultura. El hombre, al igual que los mamíferos superiores y los
restantes primates poseen un neocórtex proporcionalmente grande. En los
mamíferos más evolucionados, se aprecia un aumento gradual de esta zona
cerebral. El más perfecto es el nuestro (junto con el de los delfines y los
grandes cetáceos como las ballenas). Probablemente se constituyó hace varias
decenas de millones de años, pero con la aparición del hombre su desarrollo se
aceleró en gran modo. (Sagan, 1984: 74-76).
Según Sagan, algunas tendencias en científicos contemporáneos han compartido
la tesis del anatomista Alemán del sigo XIX, Ernst Haeckel, que
afirma que durante el desarrollo embriológico un animal tiende a repetir
o “recapitular” la secuencia evolutiva de sus antecesores. Asimismo, el feto
humano, durante su vida intrauterina, pasa por distintas fases evolutivas muy
semejantes a las de los peces, reptiles y mamíferos no primates, antes de
desarrollar aquellos rasgos fisiológicos que acreditan su condición de ser
humano. Durante la etapa pisciforme, inclusive, posee unas hendiduras
branquiales, que no reportan utilidad alguna al embrión, puesto que éste se alimenta a través del cordón
umbilical, pero que son vitales dentro del proceso embriológico humano. En
efecto, dado que las branquias eran un órgano fundamental para nuestros
antepasados, el embrión humano pasa por una fase de desarrollo branquial. El
cerebro de un feto humano también se desarrolla de dentro hacía afuera y, en
términos aproximados, pasa por la secuencia del armazón neural, complejo R,
sistema límbico y neocórtex.
A las estructuras del cerebro trino
de Maclen, Roger Bartra a sugerido la existencia de un cuarto sistema
cerebral, denominado el exocerebro, como un sistema de conexiones y circuitos
simbólicos que alimentan los procesos cognitivos y neurológicos del cerebro
biológico y con el cual es posible
comprender el fenómeno de la conciencia y la estructuración del Yo. A éste
respecto distingue entre el signo – señal-
como base del funcionamiento de los circuitos neurobiológicos y el símbolo
como base del funcionamiento del
pensamiento.
3.3 CONSTRUCCIÓN Y ESTRUCTURA DE LA SUBJETIVIDAD
Las estructuras de la
subjetividad y las bases cognitivas y simbólicas de los imaginarios sobre la convivencia se
generan a partir de los procesos de socialización que cada persona experimenta en el contexto del grupo familiar y
social de origen. Esta condición permite comprender
que las estructuras de la subjetividad y
el imaginario de la convivencia se
constituye genéticamente en función de tres
variables fundamentales como la interacción
y la comunicación, en el grupo social ( familiar, en primera
instancia), cuyos procesos están
regulados por la autoridad, las normas, la moral y las costumbres. Estos reguladores sociales son
fundamentalmente coaccionantes de la libertad y la libre expresión de la emocionalidad y, en consecuencia, generadores de conflictos en la vida interna del suejto; La
“imagen”, como elemento fundamental
de la experiencia sobre la cual, neuronal y socio – culturalmente, se edifica la Representación y se constituye en
los primeros esquemas de percecpción y actuación; y la
expresión simbólica de lo conflictos
emocionales , inicialmente manifestado en el juego, con lo cual, se
establece el principio de equilibración
vital, socialización y reproducción de todo el esquema cognitivo y simbólico. El
juego se constituye aquí en el primer factor de educabilidad del sujeto. Bajo este esquema se generan los aprendizajes
y se adoptan los comportamientos básicos de la convivencia y se proyecta la Intencionalidad de las acciones estratégicas de cada
persona y la actitud frente a los
conflctos.
Interación y comunicación en el
contexto escolar. En los procesos de la convivencia en general, y de la convivencia escolar en
particular, interactuán no tanto
personas como simples individuos
sino esqemas de percepción y modos de
representación de situaciones en particular. Las Representaciones en el
ámbito cultural y cosmovisivo presentan afinidades entre los miebros de una
comunidad lo que les da el Sentido de
Indentidad Cultural. ; pero en el campo
de la convivencia el esquema y modo de
representación de cada individuo es una experiencia personal e individual que interactua con otras
similares o difrentes.
En el transcurso de la
vida, toda persona tiene experiencias únicas e inconfundibles y las
representaciones cognitivas dependientes de ellas son diferentes de otras
personas. Los imaginarios se confrontan entre sí, en general, entre estudiantes con la institución educativa. Inclusive, cada
docente es una personalidad cognitiva y simbólica en su práctica pedagógica,
siendo portador de un modelo de representación del área de su desempeño y el modo de enseñarla que difiere
de otros docentes. Estos esquemas se enfrentan a los esquemas de representación
de los estudiantes y el conflicto cognitivo y emocional esta creado para ambas partes.
Cuando la Representación tiene elementos de semejanzas entre los individuos, podemos afirmar que se
produce la empatía porque permite ciertas flexibilidades en el modo de
compreder a otros. El aprendizaje sobre esta flexibilidad significa
comprender que se posee un modelo subejtivo de percepcion y
actuación social, que no es una verdad universal y que su rigidez dificulta la
comunicación. Cuando la percepción difiere tiende a la rigidez y al conflicto;
pero es al mismo tiempo la
posibilidad para el desarrollo de procesos cognitivos en la
convivencia, en la medida en que se
aprenda a compartir espacios y experiencias con otros grupos y contextos socio culturales, se conozca
sobre otros modos de actuación social y
acciones estratégicas para convivir. Estas son posibilidades para
descentrar al individuo de su modelo personal para
comprender e interactuar con otros.
De la interacción de
estos factores se constituyen modelos de conviencia escolar en las instituciones educativas. Un esquema cognitivo se constituye a través de un proceso de
generalización, mediante el cual se asimila y se excluye información; es decir,
se valida información, y mientras ésta
generalización sea eficaz para el
interés personal el esquema-modelo se conserva hasta tanto una nueva
experiencia lo cuestione.
Imagen y Construcción de la
subjetividad:
La multiplicidad de imágenes reforzadas por
la palabra es un elemento constructor de
subjetividad y del imaginario social desde diferentes dimensiones: la moral,
la sexualidad, la imagen del mundo, la imagen del otro, imaginarios sociales de
diferentes contextos, modelos sociales de la afectividad y la emocionalidad, de
relaciones interpersonales, proyecciones
de vida, de la agresión. Leonor Arfuch (2006: 80) hace referencia, en este
sentido, a aquellos programas de
televisión que hacen de la palabra un
uso terapéutico utilizando la confesión cruda de los conflictos pasionales y la
puesta en escena de la “miseria sexual” , el arrebato pasional y la agresividad
física. Pero también la venta de la imágen de modelos de vida familiar y de
éxito profesional, entre muchas otras imágenes idealizadas, desplegadas para la
construcción del imaginario del “podría
ser Yo” que finalmente estimulan el deseo como sentimiento de frustración y de
carencia. La subjetividad es asi vulnerada por las imágenes de la
agresión en todas sus manifestaciones como
el abuso infantil, el acoso sexual, la violencia intrafamiliar, entre
otras
Desde la neurociencia de la imagen han sido estudiadas las
relaciones con la construcción de la subjetividad. Las imágenes se refieren no sólo a las imágenes
visuales sino también a aquellas que se originan en cualquier modalidad
sensorial, sean auditivas o motoras y a los patrones de comportamiento
generados durante la percepción como
aquellos que se producen en la memoria durante el recuerdo. Las imágenes describen tanto el mundo externo
como el mundo interno del organismo y la vida- estados emocioanles como
estructuras musculoesqueléticas, movimiento corporal, etc.- y transmiten entidades verbales y no verbales. En este
sentido, las palabras o la denotación de signos en las modalidades visual y
auditiva también son imágenes. (Damasio y
H Damasio: Generación de Imágenes y creación de la subjetividad: 2006).
En ambos casos, tanto
la imágen percibida como la imágen recordada, produce efectos emocionales y
procesos cognitivos, que podemos constatar desde la experiencia
personal. Lo que afirman los neurólogos, en experiencias aplicadas a la
preparación mental de deportistas y, en general, a la mentalización para el crecimiennto
personal es que el cerebro no distingue entre una imagen real
y una virtual. Los experimentos han
demostrado que al recordar una imágen se
activan todas las zonas neuronales y
musculares como sucede en el caso
de la acción real. Un recuerdo sobre una
situación desagradable reproduce los sentimientos y emociones como la primera
vez que sucedió.
Las imágenes también se
caracterizan por los procesos cognitivos que en
ella se implican al presentar patrones
organizados espacial y temporalmente; en el caso de las imágenes auditivas, visuales y somatosensoriales,
tales patrones están organizados topográficamente.
Es a través de la ímagen como podemos comprender un fenómeno, tan complejo y problemático para
el estudio científico, como la estructuración del YO, puesto que implica el
problema de la conciencia. Lo que
podemos afirmar es que el YO (El self)
se estructura, o al menos, su contenido se relaciona con un sistema de imágenes que dan contenido al modo de ser, de sentir y de actuar, como
se afirmó anteriormente, en relación con el desarrollo del cerebro de la
infancia a la adultez, es en este sentido como incide
en la construcción de la subjetividad. Los mecanismos de este proceso
neurobiológico son objeto de estudio de la neurociencia especificamente. Para
los propósitos de este estudio nos basta con señalar la relación de este
proceso con las “neuronas Espejo” como
base de la comunicación y la interacción con los contextos culturales y
emocionales. Desde estos contenidos neurocientíficos derivamos
un fundamento pedagógico para la
convivencia en relación con las mediaciones para educar la emocionalidad y, en
general, la subjetividad. El
principio consiste en que podemos
acceder a la subjetividad través
de la imagen, puesto que hace conexión con las
neuronas espejo y, a su vez, es portadora de sentido y
significado, mediante lo cual se asocia a la conciencia.
La Expresión simbólica: Constituye una condición fundamental de equilibración vital y
emocional en el sujeto. A través de
éstas formas se expresa la agresividad
cuando no ha sido encausada por la vía de las experiencias estéticas.
Toda la agresión contra y dentro de
la institución educativa es la salida inconsciente de la necesidad
de equilibrio emocional que nos enfrenta a una paradoja del
conflicto escolar. De una parte, la
acción conflictiva y agresora
del sujeto, es manifestación de
la necesidad de equilibración vital,
generada por los conflictos
emocionales en la vida interior del estudiante,
pero al mismo tiempo la posibilidad de la vía pedagógica para regular la agresión creando los mecanismos de equilibración vital a través de expresiones simbólicas. Aquí se manifiesta el conflicto cognitivo y
simbólico en toda su dimensión para el análisis pedagógico y la educabilidad en
la convivencia, puesto que a la Pedagogía se le plantea el
problema y la necesidad de reestructurar
los esquemas cognitivos y simbólicos
que sustentan la subjetividad y los imaginarios de los estudiantes y la
elaboración de las estrategias y mediaciones pedagógicas adecuadas para educar
en una ética critica de la moral y la
costumbre del grupo. A Este proceso le
denominamos Modificabildiad
Simbólica.
A pesar de lo pesimista que para
algunos autores ha significado la posición de Freud sobre la tendencia agresiva
en el ser humano, vale la pena considerarla, en casos críticos
de violencia como el contexto colombiano y en su relativa validez
teórica para comprender y explicar el
problema del comportamiento
En la teoría de las pulsiones,
expresada por Freud en El malestar en la cultura, (2004) en la condición
psíquica del hombre conviven la pulsión de vida y la pulsión de muerte y le
atribuye al ser humano, como condición inherente, la pulsión de odiar y
aniquilar en la complejidad de su constitución instintiva, de donde la
tendencia agresiva es una disposición innata y autónoma del ser humano, la cual
constituye el mayor obstáculo con que tropieza la cultura. Freud tomó de la
mitología griega el nombre de Eros para designar a las pulsiones de vida, dada
su base sexual, hacia lo erótico, recuperando el mito del amor. Asimismo
designó con el nombre de Tánatos, la pulsión destructiva cuyo fin es la
destrucción del objeto del amor. Estas
operan fundamentalmente en silencio y solo pueden reconocerse cuando actúan en
el exterior.
En el desarrollo libidinal del
individuo, Freud describió el juego combinado de la pulsión de vida y la
pulsión de muerte. En la pulsión de muerte, este autor ve la pulsión por
excelencia. Eros representa un principio de cohesión consistente en crear unidades cada vez mayores y
mantenerlas, es la ligazón, mientras el fin de Tánatos es, por el contrario,
disolver los conjuntos y de este modo destruir las cosas. Según Freud: La
verdad oculta tras de todo esto, que negaríamos de buen grado, es que el hombre
no es sólo una criatura tierna y necesitada de amor, que sólo osaría defenderse
si se le atacara, sino, por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones
instintivas también debe incluirse una buena porción de agresividad. Por
consiguiente, el prójimo no le representa únicamente un posible colaborador y
objeto sexual, sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su
agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla, para
aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes,
para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y matarlo (2004: 25).
Son elocuentes testimonios
empíricos las manifestaciones tanáticas de las pandillas en las barras de
futbol, el sicariato y la acciones
políticas de grupos de extrema y organizaciones criminales en
general. Sin embargo, la relatividad del postulado Freudiano consiste en que
las fuerzas emocionales y especialmente la agresión y tendencia a la dominación
del Yo frente al otro no es de naturaleza exclusivamente biológica ni
instintiva sino que son fuerzas
potenciadas social y culturalmente. La agresión se manifiesta como respuesta a
una frustración de la voluntad y la intencionalidad del sujeto.
3.4. DINÁMICAS Y MECANISMOS DE ACTIVACIÓN DEL CONFLICTO.
Cualquiera que sea la
intecionalidad de los sujetos en la
actuación social, la frustración asociada a los intereses, la necesidad y al
modelo de actuación social son ,
fundamentalmente, los mecanismosn que estimula la agresividad y, en consecuencia, la creación del conflicto.
La agresividad humana es estimulada y
socialmente potenciada por todos los
procesos socio- culturales
ejercidos en el sujeto, desde niño, con propósitos de sometimiento a patrones de comportamiento, con lo cual se coacciona y se reprime la
expresión natural de la subjetivad y las
emociones. La educación se lleva
a cabo con esta frustración de expresiones de
necesidades vitales, debido a la demanda
social de los aprendizajes para satisfacer las necesidades de comportamiento, en momentos
específicos, mediante modelos
específicos y en relación,
solamente, con determinados objetos y situaciones. Esta intervención
sistemática en las necesidades de la
subjetividad se presenta como una
condición necesaria de la vida en grupo porque permite la planeación del “bien común”. El resultado
de éste proceso es el adulto socializado y estructurado con una personalidad y un modo de enfrentar la frustración misma. En sus
momentos de éxito, o fracaso, el dominio adquirido para manejar la frustración
es de máxima importancia en el desarrollo de su vida.
El modelo de
comportamiento y de expresión simbólica adoptado por un sujeto-estudiante,
puede ser modificado pero
el sentimiento fundamental de la represión de su emocionalidad y sentir
, que ha estructurado su personalidad, está ligado a la esencia de su
propio Yo afectivo. En última instancia, en una estructura de
percepción y actuación subyace la
emocionalidad afectada, de alguna manera, por los mecanismos de control social
y la condición posible para equilibrar la afectividad será educando la afectividad misma. Buscar esta nueva equilibración vital es
hipotéticamente posible orientando
los procesos pedagógicos a través de la espresión simbólica y la agresión ritualizada.
La frustración implica
una interferencia en la consecución de
un propósito o necesidad. En el contexto escolar son muchos los procesos frustrados en la
interacción entre docentes y directivos; entre docentes y estudiantes; y entre
estudiantes y estudiantes. Como muchas, si no todas, de nuestras
relaciones laborales y sociales
están organizadas jerarquicamente en términos
de autoridad y subordinación, la
frustración puede originarse de un liderazgo insatisfactorio que impide la
satisfacción de necesidades e intereses de los demás . La interpretación de lo que constituye la frustración, dice Elton Mcneil; (1992; 50)
“es un asunto altamente personal
e individual y depende casi completamente de la percepción que uno tenga de si
la rcompensa está siendo o no obtenida.”
Las frustraciones del deseo y la emocionalidad ha de incidir en la
construcción simbólica del
imaginario contra la Autoridad, representada en El Padre – madre, en el jefe, el Estado y
legitimada en la norma y la ley,
manifiestándose en toda
situación en que ésta se imponga. Por eso, no es extraño el
comportamiento de estudiantes contra la
escuela y todo lo que en ella se implica, tanto en el cumplimiento de las
normas como en la interacción personal con el docente, que a su vez, es
portador de sus propias esquemas de
represión y expresión de agresividad.
Los sentimientos
hostiles no se manifiestan de manera explicita sino que tienden a ser velados
contra la autoridad, o contra todo aquello que simboliza y representa la
frustración al Ego. En los contextos escolares ocurren todo el tiempo y están
manifiestos en las acciones ocultas de
todo tipo. La razón por la cual son ocultas se debe justamente a
un mecanismo de protección que asegure no generar acciones de autoridad
que afecten su aceptación en el grupo o
la institución. Esta manifestación de la agresividad es diferente de aquella que es abierta y reactiva y se confronta fisicamente en pelea.
Es preciso comprender
que todas éstas formas de expresión de la agresividad, necesariamente se dan en busca de un equilibrio emocional
para escapar a la situación de angustia y neurosis producida
por la frustracion vital y se
convierten en fuerzas de destrucción
potencial que obliga a la regulación y
el control efectivo que, generalmente,
tiende a ser más mecanismo de represión e imposición de la autoridad en los contextos escolares. La
función de la Pedagogía es buscar otros mecanismos que canalicen la agresividad
por vías simbólicas y positivamente en la construcción de vida y de la subjetividad de los estudiantes.
Bajo esta perspectiva,
también el educador debe ser educado emocionalmente para desempeñarse
profesionalmente y ejercer la autoridad sin recurrir a la agresión verbal,
psiquica o simbólica contra el
estudiante, en su relativa dimensión, puesto que la disciplina es orden y
ley necesaria para alcanzar el éxito de
los procesos formativos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario